sábado, 15 de octubre de 2011

DICIEMBRE 2010



1Diciembre 2010



7,50 p.m.



Esther:

Jesús dime algo.



Jesús:

Eres la perla preciosa de Mi corazón.

No temas, que Yo te guío.

Estoy pendiente de todo lo que vives porque lo vives en Mí.

Y Yo, cuando vivo en vosotros, todo lo puedo, todo lo guío, todo lo transformo para bien vuestro.

¡Oh pequeñita Mía tan asustada de los acontecimientos que permito para ti!

Todos, absolutamente todos, te sirven para alcanzar méritos para el cielo.

Los entenderás con una profundidad total.

Por ahora, acéptalos, ora, confía y nada te preocupe.

¿No ves que soy Dios?

¿No ves que ya di Mi vida por ti por lo mucho que vales para Mí?

¿Crees que tras Mi acto de amor puedo dejar que te pierdas si deseas ser santa?

No, hijita.

Descansa en Mi providencia y se feliz junto a Mí.









4 Diciembre 2010





10,04 a.m.



Esther:

Te quiero, Jesús.

Deseo orar más y mejor.

Deseo vivir sumergida en Tu presencia y que todas las cosas las hagamos juntos.



Jesús:

Esther, Mi mirada se complace al mirarte.

Sí, eres valiosísima para Mí.

Me gozo en ti.

Tienes tus puertas abiertas para el cielo, y el cielo libremente se desposa contigo.

Los ángeles y los santos viven contigo y tú vives con ellos.

En este estado del reino de los cielos en tu propio corazón, ¿qué habrá de preocuparte? ¿Qué no te crean?.

Lo único importante es que vuelvan a Mí.

Y tu sola presencia y actitud lleva en sí la gracia del cielo a los demás.

Orad al Padre con todo vuestro corazón para que perdone los agravios de los pastores, su tibieza y dejadez.



María:

Esther, soy tu Mamá y velo día y noche por ti.

Me ha sido entregado el poder y la responsabilidad de llevaros a los brazos del Padre, a través del Hijo y con el impulso del Espíritu Santo.

Soy la mediadora de todas las gracias y estoy llena de amor por cada uno de vosotros.

Escuchadme.

Grabad mis mensajes en vuestros corazones y hacedlos carne.

Porque todo está dispuesto para vuestra salvación y eterna felicidad, pero es necesario vuestro consentímiento.

Sin ese "sí", Yo no puedo hacer nada como Madre.

Es el único requisito que pide el cielo: vuestro "sí" libre.

Si le decís "sí" a Dios, todo se os dará: la fortaleza, la fe, la perseverancia y toda clase de gracias en orden a vuestra salvación.

Vosotros, habéis de ayudarme a que Mis otros hijos digan su propio "sí" a Dios.

Y ya sabéis los medios: oración, ayuno, limosna, vida santa, abnegación, silencio en vuestros corazones para discernir Mi voz y la de Dios, renuncia a vuestra manera de ver y entender las cosas, confianza ciega en la Providencia, amor por todos y por todo lo que Dios ama y rechazo total del pecado.

Si lleváis esta vida, os aseguro, hijitas, que seréis columnas inamovibles en esta tierra que se zarandea sin cesar por el odio que os tiene Satanás.

El alma santa produce pavor a los demonios y tienen que huir por el inmenso sufrimiento que el mínimo acercamiento a su alma les produce.

Así pues, hijitos queridos, comenzad hoy una vida mejor, purificada de todo miedo y todo juicio anterior.

Mi Hijo se complace en vuestras almas y os irá colmando de bendiciones y gracias.

Nada temáis.

Lleváis junto a vosotros un ejército celestial que os sirve, y mi Hijo os pastorea.

Amén.



7 Diciembre 2010





9,37 a.m.



Esther:

Jesús querido, estoy hecha un lío.

Me sé muy pobre y con una fe débil.

Fíjate, Jesús querido: me siento tan impotente que sólo quiero esconderme en Tu corazón y descansar en Ti de este ajetreado mundo.

Me confío por completo a Tu providencia.

Tú sabes perfectamente por donde nos llevas a toda la humanidad.

Yo ignoro cómo te vas moviendo, pero la poca fe que tengo me da la certeza de que todo es perfecto aunque yo estoy desconcertada y asustada.

Jesús, hago un acto de entrega absoluta de todo mi ser a Tí, bondad infinita.

Niego mi razón y cierro mis sentidos físicos para que así sea Tu presencia en mí, la que me haga vivir toda esta tribulación con la seguridad de que la barca no se hundirá pues Tú vas en ella.

¡Oh, Jesús querido!

¡Qué ínfima es mi fuerza y mi naturaleza!

¡Qué debilidades!

¡Qué poco comprendo Tus caminos!

¿Vendrás de nuevo con nosotros Jesús?



Jesús:

Sí, sí que iré.

No os asustéis de Mí.

Vengo a sanar tantos corazones rotos.

Vengo a dar cumplimiento a las profecías de Isaías.

Todo cambiará en este mundo de pecado.

La purificación anunciada está a las puertas.

A punto está el toque de bocina.

Mis ángeles están preparados para la gran batalla.

Esta batalla pacificará la tierra y la unirá al cielo.

Morirán los impíos pero no sin antes ser inundados de una inmensa misericordia para su arrepentímiento y salvación eterna.

Vosotros sois mártires de estos tiempos.

Tendréis que uniros a los ángeles de Dios para esta batalla final que preparara a la humanidad a la última era antes del fin del mundo.

Era de paz y de amor.

Era de salud y de bendición.

Era de unión íntima con vuestro Dios.

Esperad Mi gloriosa venida como agua abundante para tierra reseca.

Bajaré a vosotros con Mis ejércitos celestiales para salvar.

¡Oh, espérame pues ansío ser recibido con todo deseo!

Tras la purificación habrá tanto cambio en la tierra, que hasta los planetas y mundos celestes se habrán modificado para vosotros.

Será un paso en la evolución necesaria para haceros dioses como Yo soy Dios.

Todos los santos del cielo estarán, por Mi designio y permisión, presentes en la tierra en la gran tribulación para consolar y auxiliar.

Los justos podrán verlos cara a cara.



Ante la seriedad de estas palabras le pido al señor inmediatamente que me de alguna certeza de que es cosa Suya todo esto y más en la situación de tribulación que estoy viviendo. El libro que tengo en la mesa es el de Maranhatá y al azar leo lo siguiente páginas 504 a 506:



La maldad ha pervertido la inteligencia.



Jesús:

La maldad ha pervertido la inteligencia y ha corrompido el corazón. ¿Por qué te hablo así? Porque en el pensamiento y en el corazón de algunos hombres impíos se está gestando una traición: traición a Cristo, a la Iglesia, a la verdad, a la doctrina; traición a las almas.



La inteligencia, fascinada por el mal, oscurece el bien y, cuando esto sucede, sólo existe un camino: advertir del peligro a los hombres fieles.



Las palabras del profeta Isaías son necesarias y oportunas, "¡Ay de los que buscan lo profundo, para encubrir sus designios! ¡Ay de los que se esconden del Señor queriendo encubrir Sus pensamientos y, para obrar, buscan las tinieblas! Pueblo Mío, apártate de ellos para que no te contaminen con sus maldades."

Consuelo:

Señor, si sólo son algunos, la tradición no puede tener mucha consistencia.

Jesús:

Judas fue uno de los Doce. Un solo hombre urdió la tradición, y ésta fue apoyada por los satélites de Satanás: una traición que Me llevó a la muerte. Esta nueva tradición que se está gestando, a unos los conducirá también a la muerte y, a otros, a un holocausto permanente. Esta es la pasión y la muerte de los hijos fieles que, como miembros de mi Cuerpo Místico, sufrirán en sus cuerpos lo que falta a Mi pasión.



Consuelo:

Señor, y ¿en qué consistirá esa pasión y muerte?

Jesús:

Muchas son las cosas que conducirán al hombre fiel al holocausto; y no estoy hablándote de una persecución con derramamiento de sangre, sino de una profunda y solapada persecución a la fuente de la verdad, a la esencia de la fe, a Cristo, a la Iglesia y a su doctrina. Cuando el hombre se atreve a manipular el principio de la vida humana, que es algo visible, ¿cómo va a respetar aquellas otras cosas que entran en un campo espiritual y no son visibles? Aquel que no se respeta a sí mismo ni respeta la dignidad del hombre, difícilmente respetara a Cristo y a su Iglesia.



Si quieres saber en qué va a consistir esta traición, escucha atentamente y sabrás que no es una fantasía ni una ilusión, producto de tu mente. Yo estoy aquí y, como maestro de la verdad, voy a descubrirte lo que muchos tratan de ocultar. Y ¿qué es lo que callan? Las rebeldías de unos y el espíritu de soberbia de otros; la vejación de la piedad y la transigencia con aquellos que viven en el error: ellos callan y otorgan; pero, ¡vive Dios!, que Yo no callaré sin darles su paga y retribuirles con la medida colmada a sus traiciones e injusticias.



Por esta brecha abierta muchos caerán en el abismo

Jesús:

Consuelo, te he dicho que en mi Casa hay una brecha abierta, semejante a la de Mi costado. De aquella abertura, que abrió Longinos, salió sangre y agua: sangre de Mi corazón para redimir al hombre, agua de Mi costado para lavar y purificar. Los sacramentos brotaron, en ese instante, de esta abertura de Mi costado; pues ellos salvan, lavan y purifican al hombre, perdonan los pecados y dejan al pecador arrepentido más blanco que la nieve.



Pero esta otra abertura o brecha no la ha producido el amor, sino la discordia, las rencillas, las rivalidades, las divisiones profundas dentro del mismo seno, obscureciendo el camino de la verdad.



Esta brecha no es un sendero de paz, sino de contiendas y separación. Y llegará a ser tan profunda que Me veré obligado a intervenir, haré con ellos lo que hice con los constructores de la ciudad de Babel: los dispersaré, los arrojaré lejos de Mi presencia y no encontrarán reposo para sus almas, por haberme sido infieles. Y así los tendré hasta que se vuelvan cuerdos, practiquen el bien, amen la verdad y vivan en justicia y santidad.



Consuelo:

Señor, Tus palabras dejan un dolor muy profundo en mi alma y, cuando dices traición, persecución y muerte, se conmueve todo mi ser, y no sé cómo debo entender Tus advertencias: si es algo físico o espiritual.



Jesús:

Siempre doy primacía a las cosas de orden espiritual, porque aquellos que me aman no deben preocuparse tanto de la vida del cuerpo, sino que deben esforzarse en preparar su morada para recibir a Dios y, su alma, para el día del juicio.



Ciertamente, una persecución llevará a la otra, pues la palabra de la Escritura debe cumplirse. Pero también dice la Escritura que el hombre no conoce ni el día ni la hora, porque el día del Señor viene como ladrón, sin avisar. Y como el hombre no sabe ni el día ni la hora en que vendrá a pedirle cuentas, debería estar alerta y despierto, como el vigía del barco, para que no le sorprenda la muerte en una noche borrascosa.



Ahora escucha Mis palabras: escribe todo aquello que pongo ante tus ojos y que el Espíritu te ilumina con su luz: que ella te envuelva a modo de manto, para que puedas discernir las obras de Dios.



Sigo en oración.



Esther:

¿Es esta Tu palabra?



Jesús:

Sí, lo es.

Has de hacerla conocer a cuantos se te acerquen.

Has de ser Mi voz en la tierra y ser fiel a los mensajes de Mi corazón.

Has de ser valiente para esta misión que sólo busca salvar almas de las garras de Satán, vuestro eterno enemigo.

Si, ataré a Satán y a sus legiones para que nada puedan ya contra vosotros.

Os purificaré interiormente y al quitar a Satán de vuestros caminos, esa purificación prometida será cada vez más perfecta.

Os irá haciendo santos para llegar a Mis brazos en estado de amor.

Os iréis, poco a poco, convirtiendo en amor como yo soy el Amor mismo.

Amén.



Busco en una enciclopedia la palabra “bocina” y me explica lo siguiente:



El shofar (en hebreo שופר) es un tipo de trompeta especial, fabricada a partir del cuerno de un animal kosher (carnero, cabra, antílope y gacelas), utilizado en varias fiestas judías, así como en algunos servicios de otras religiones cristianas y judeocristianas.



Este instrumento de viento es uno de los más antiguos conocidos por el hombre, usado desde hace más de 4.000 años. Se fabrica vaciando el interior de los cuernos de ciertos animales, prefiriéndose los que más curvatura posean.[1] En Rosh Hashaná (Año Nuevo Judío) y Yom Kipur (Día del perdón) se toca el shofar durante la ceremonia de rezo y al final del rezo de Neila, solo una vez.



En Rosh Hashaná se hacen 100 sonidos del shofar de la misma forma que el lamento de la madre de Sísara contiene 100 letras (Jueces, 4), y según la creencia, algunas comunidades acostumbran a producir un sonido largo final para confundir a Satanás (Ángel del Mal). Los sonidos son repeticiones de tres sonidos básicos conocidos como: Tekia (un solo soplo largo), Shevarim (tres soplos medianos) y Terua (nueve soplos cortos).

.La palabra shofar significa en su raíz hebrea (Strong: 8231)[2] brillo o brillar, ser, estar o hacer algo hermoso, hermosura o belleza, hacer una incisión o corte, incidir, corneta o cuerno curvo, algo que es aceptable, bueno o esplendido, trompeta, bocina, clarín.[3]



Los sonidos principales son tres o cuatro, según se interprete, estos son en el orden de cómo deben ser tocados:[4]



1.Tekiá  Shevarim  Teruá  Tekiá

2.Tekiá  Shevarim  Tekiá

3.Tekiá  Teruá  Tekiá

El sonido de cada grupo es repetido tres veces, en total de treinta tocadas, durante los servicios matutinos del Rosh Hashanah, el shofar es tocado cien veces, cada uno de los sonidos es tocado tres veces y este a su vez es repetido tres veces durante el servicio, agregando noventa y nueve sonidos; al final, después vienen otro grupo de diez, haciéndolo cien sonidos. Los sonidos cortados del Shevarim y Teruá tienen el propósito de hacer recordar los suspiros y lamentos del pueblo por generaciones, despertando en la persona el arrepentimiento y la idea de regresar al camino de Dios.



El Tekiá Guedolá (el toque final) suena más como una nota alegre y recuerda el gran día, cuando el shofar mayor será tocado desde el Exilio a todo el pueblo de Israel, en la venida del Mesías.



Tekia o Tekiah: (la explosión o el toque) es un sonido claro extendido como de trompeta.

Significa: Reconocer que Dios es el Rey y suena así.[5]



Teru'ah: (La Alarma) son nueve notas pequeñas o más en staccato en una rápida sucesión.

Su significado es el de un pedido por piedad a Dios, se escucha así.[6]



Shevarim: (El Quebrantamiento) Tres notas cortas en suspiro (suave). Significa ser doblegado o roto frente a Dios,[7] así suena.

Tekia Gedolah: (El gran soplido, o la Gran Tekiah): Esta es una nota aguda sin corte y alargada mantenida al máximo, según el aguante del trompetista.

Lo cual significa que Dios está llamando a su gente para venir a él; y esto se refleja en el Éxodo 19:13,[8] se escucha así.[9]





13 Diciembre 2010





10,55 a.m.



Jesús:

Esther, te quiero mucho.



Esther:

Lo sé, Jesús, porque has entregado Tu vida por mí. Sin embargo ni yo misma sé si Te amo de verdad.



Jesús:

Yo conozco los corazones y sé mejor que vosotros vuestro interior. Pero vosotros tuvisteis que tener una prueba exterior para conocer la certeza de lo inmenso de Mi amor por cada uno de vosotros.

Me complazco y soy feliz viviendo en las almas que Me aman.

He creado millones de cielos para Mí, que son vuestras almas.

Y tenéis para vosotros un cielo infinito y eterno que es mi propio corazón.

Cuando te cojo para Mí y te hago Mía, soy Yo quien se está entregando a ti.

Rebosa en Mi ser el amor, la misericordia y la compasión.

Vuestra debilidad Me hace amaros más.

¡Oh, ovejitas de Mi rebaño tan tiernas y quebradizas!

Yo soy vuestro pastor, el que suple vuestra debilidad.

Mi fuerza es invencible.

¡Sí supierais Quien os pastorea, Quien os cuida, Quien vela vuestra existencia!...

Dormiríais tranquilos y ningún ruido os asustaría porque Yo velo día y noche por Mi rebaño y ahuyento al lobo que quiera arrebatarme a alguna de mis ovejas.

Sabed que YO SOY.

Sabed que estáis protegidos por Mí de todo mal si os mantenéis en Mi redil.

Es Mi promesa.

Ningún justo será defraudado por Mí.

Lo juro por Mi nombre que es Santo.

Quiero, Esther, que sepas, que pase lo que pase, todo lo estoy controlando Yo.

Y que, a veces, permitiré acercarse a Mi redil a algún lobo para transformarlo en mansa y dócil ovejita.

Es por ello por lo que pongo en vuestra cercanía a grandes pecadores, lobos revestidos de ovejas, porque aún para ellos hay esperanza.

Yo les haré cambiar.

Echarán fuera de sí sus instintos asesinos para ser otra de Mis ovejitas y quizá de las más valientes de Mi rebaño, porque siendo lobo, ha tenido que vivir entre lobos y deseará para siempre vivir entre ovejas, dirigido por el Pastor de bondad infinita, que lejos de castigar, sana y salva a las ovejas perdidas.

Así pues, hijitos Míos, dejad que se acerquen a vosotros todos los lobos que quieran, porque al principio os asustarán e intentarán atacaros, pero vosotros, con la lana purísima que los cubre, los iréis trayendo a Mí, al buen Pastor, porque Yo también amo a los lobos.

Amén.





24 Diciembre 2010





5,15 a.m.



Esther:

Estoy en el silencio de la noche, Jesús, y he deseado ser yo quien te seduzca en este día memorable para que te dejes ver a toda la humanidad.

En esta noche de gozo, Señor, quiero ante todo poner en Tu corazón a la humanidad sufriente.

Hay mucho dolor, Jesús.

Hay muchos hermanos míos, muertos, deambulando por la ciudad.

Tú eres la Vida y los puedes resucitar.

Hazlo, Jesús.

Hazlo en esta Nochebuena.

Resucítame también a mí de mi letargo mortal.

No pases de largo, Jesús.

¡Ven pronto!

¡Ven Jesús y sana a tantísimos corazones rotos!

Tú, recién nacido, todo lo puedes.

Escúchanos, Señor, a los que clamamos por nuestros hermanos y por nosotros mismos, pues todos estamos manchados por el pecado.

¡Devuélvenos la pureza del recién nacido!

¡Bautízanos esta misma noche con Tu propia sangre, para que seamos salvos!

¡Devuelve a nuestra alma la alegría de la salvación que Satanás nos hace olvidar!

Que mi pobre vida, Señor, sea todo un canto de alabanza a Tu corazón misericordioso que no excluye a nadie por pecador que sea.

¡Oh, Jesús bendito!

!Qué necesario nos eres!

¡Qué vacío se queda el hombre cuando te excluye a Ti!

¡Ayúdanos, por favor!

!Haznos ver, que sin Ti nada somos y nada podemos!

¡Destruye en nosotros la soberbia y el orgullo!

¡Haznos pastorcitos de Belén y llévanos a adorarte!

¡Oh, Jesús, ven, ven, ven!



Jesús:

¡Pastorcilla querida!

Tu es la estrella que alumbrará a Mis hijos para llevarlos a Mi presencia.

Sigue velando por la noche para tus hermanos.

De tu generosidad depende la salvación ¡de tantas almas...!

Me dices muchas veces, hijita, que nada haces por Mi reino porque no vas a cuidar enfermos y otras obras activas de misericordia.

Pues he aquí Mi bendición sobre ti:

Mucho más me agrada que esperes día y noche la llegada del esposo y Yo te encuentre con la lámpara encendida.

Porque con ella alumbraras toda la sala.

Llevas, lo sé, toda la noche esperándome.

Y heme aquí, que ya amaneciendo, Me hago presente a tu alma y entendimiento.

Porque Yo siempre acudo a Mi cita con el alma que me ansía.

Y, a veces, Me hago esperar para ser mejor recibido y entregarme en plenitud a quien de Mi todo lo espera.

Hijita querida, tu velarás para que tus hermanos reciban el pan caliente cuando despierten.

¿No es ésta una gran obra de misericordia por tus hermanitos?

Yo soy el Pan que alimenta y da vida.

Yo soy el manjar delicioso que sacia el alma.

Yo Me dejo en tus manos para que Me lleves a toda la humanidad sufriente.

Porque, si no coméis Mi cuerpo y beberéis Mi sangre, no tenéis Vida en vosotros.

Porque Yo soy la Vida misma.

Yo soy la plenitud de todo lo creado.

Yo soy vuestra salvación eterna.

YO SOY.

Y vosotros sois en tanto estáis unidos a Mí.

Y os unís a Mi cuando Me coméis con el alma limpia.

¡Oh, hijitos!

¡Comedme, por amor!

Yo...

!Os quiero tanto!

¡Comeos a Dios!

¡No os escandalicen Mis palabras porque comerme en la Eucaristía es un anticipo de lo que ocurrirá en el cielo.

Estaremos fundidos el alma y su Dios.

Yo en el alma y el alma en Mí.

Eternamente.

Infinitamente.

Vosotros sois también Mi pan.

Y Me alimento de vuestro amor.

Yo soy Amor y os hago amor para hacer os Míos.

Si, es la unión sexual del cielo.

Una unión mucho más fuerte y placentera que la imagen del sexo que he dejado en la tierra como degustación de la maravilla que os espera.

Haréis el amor con Dios.

Y Dios se desposará con el alma.

Y habrá fruto eterno de esta unión.

No podrías comprender más por ahora, hijita.

Dejo para otro momento las luces que te daré sobre el cielo.

Quizá este conocimiento os encienda el alma y seáis santos.

Amén.



25 Diciembre



6,36 a.m.



María:

Hijitos, he aquí a Dios.

A Mi Dios y a vuestro Dios.

Mi "si" os salvó.

Vuestro "sí" salvará a quienes no han acogido la Buena Nueva.

Tomad en brazos a Mi Niño.

Os donó a Mi hijo a cada uno de vosotros.

Me dono a Mi misma a Dios y a vosotros para la salvación del mundo.

Mi "sí" es eterno a la voluntad del Padre.

Mi "sí" es intemporal y absoluto.

Al igual que respondí "si" al ángel de Dios al anunciarme la Encarnación, también os digo "sí" a vosotros, pequeñines, cada vez que Me necesitáis.

En esta Navidad quiero que sepáis que, junto a Mi hijo recién nacido, Dios Padre también os ha provisto una familia celestial: José y Yo.

Estamos para auxiliar, para amarnos y haceros santos.

Encomendad vuestras vidas a José, mi dulce José, porque es amadísimo por la Santa Trinidad.

El cuidado y el amor que Nos prodigó lo han elevado a alturas inmensas en el reino de los cielos.

Yo soy Madre de toda la humanidad, y José es Custodio de todos vosotros con el mismo celo que cuidó y protegió a Jesús.

Confiad en él.

Quiero dar gracias a Dios Padre por José y os entrego también a vosotros a Mi dulce esposo, santo entre los más santos hijos de Dios.

El defendió hasta el extremo a Su familia y os defenderá igual de los males de este mundo si os encomendáis y a él.

Acogednos esta Navidad como familia.

Poned en el centro de vuestros corazones a Jesús y permitidnos a José y a Mí guiaros hasta el Padre.

¡Os amo, hijitos!

Estoy entregada como Madre a cada uno de Mis bebés, que sois vosotros.

Yo os llevaré el alimento para que viváis.

Yo os llevaré a Mi Jesús.

Escuchadlo y amadlo.



31 Diciembre 2010



Esther:



¡Oh Jesús querido!

Ya has podido comprobar qué poco doy de si. Me presentas la tentación y caigo hasta el fondo.

Éste pobre cuerpo tan pasional y tan débil me tira del espíritu y lo revuelca por el fango y la basura.

Gracias señor por hacerme comprender que nada, absolutamente nada puedo por mí misma.

El único consuelo que me cabe es tener certeza de Tu abismal misericordia y saber que no has limitado el número de perdones con cada uno de tus hijos.

Cuando he ido a confesarme deseaba que el sacerdote me apaleara y me abofeteara porque no tenía cómo pagar la deuda y la ofensa que Te he hecho y lo único que merecía era una paliza.

Quería sufrir, Jesús, sufrir por mi pecado contra Ti. Compensar el dolor que Te provocado, con mi propio sufrimiento.

Pero el sacerdote ha acogido mi alma con amor, me ha aconsejado y me ha dicho únicamente que rece tres padrenuestros.

Yo sé, Jesús, por fe, que a pesar de mi amor propio por desesperarme en haber pecado, en ese confesionario y en la persona del sacerdote, estabas Tú abrazándome fuertemente, perdonando todo y, como el padre del hijo pródigo, gozoso con tu encuentro conmigo.

Cuando un alma ha llegado a percibir el horror que supone el pecado, se le hace sumamente doloroso caer en la tentación.

Ésa alma, que vivía en casa del Padre y que nada le faltaba, se ha ido de allí atraída por cantos de sirena, y ha entrado en un mar tempestuoso, frío y lleno de monstruos.

Así me he sentido hoy.

Y en tu nombre, Jesús, he cogido las armas que nos das y he comenzado la lucha.

He hecho un acto de contrición ante el Sagrario por haberte ofendido siendo Tú tan bueno.

Me he confesado con la mayor humildad de que he sido capaz.

He rezado los tres padrenuestros y he celebrado la Eucaristía recibiéndote inmerecidamente en la comunión.

Y al salir, he invocado al Espíritu Santo para poner los medios y no volver a caer en la misma tentación.

Para ello he hecho dos llamadas telefónicas muy difíciles para mí y he cortado la situación que me supuso una trampa mortal pará el alma.

Y ahora he venido a casa, he cerrado la puerta de mi cuarto y al mirarte, se me ha roto el corazón de dolor, he llorado amargamente mi pecado pidiendote que del rayajo que yo misma he hecho al cristal de mi alma, hagas tú una flor.

Porque esa, lo sé, es Tu misericordia.

No sólo perdonas mi pecado sino que lo transformas, una vez llorado profundamente por mí, en un medio para mi mayor santidad.

Yo te bendigo, Jesús, Padre y Espíritu Santo.

Yo bendigo Tu nombre y sé que con mi arrepentímiento sincero te doy mayor gloria.



Las Tres Divinas Personas:

Esther, has complacido con creces Nuestro infinito corazón.

Todo tu pecado ha quedado olvidado y sepultado.

Nunca más volverá a hablarse de él porque ya no existe.

Nuestro agrado y complacencia es total con tu alma.

La humildad que tanto nos has pedido, también se consigue con las caídas.

Porque no hay nadie tan exigente consigo mismo como el alma justa.

El alma santa tiene tal horror al pecado, que se asemeja a Dios.

Y Dios se hace uno con ella aunque la criatura caiga mil veces.

Porque mil veces será perdonada y su pecado sepultado.

Amén.