sábado, 15 de octubre de 2011

ABRIL 2009



2 Abril 2009



23,00 p.m.



Esther:

Estoy, Jesús, ante Tu auténtico rostro.

Es un rostro vivo, lo sé.



Jesús:

Quiero tu adoración.

Quiero tu plegaria.

Yo miro al corazón.



4 Abril 2009



8,12 a.m.



Esther:

¡Oh amado Jesús!

Dame luz para actuar.

Si me llamas a escucharte, Jesús, por favor que sólo seas a quien oye mi corazón.

Que no me engañe Satanás ni yo misma.

Te lo ruego, te lo suplico.

Nada puedo hacer si no soy consciente del posible engaño.





Jesús:

Bésame.

¿No sabes ya que Yo guardo silencio ante ti cuando lo estimo oportuno para que tú misma disciernas Mi voz?

Ahora, hace unos minutos, Me preguntabas y Yo callaba.

¿Por qué sigues dudando?

No te esfuerces en comprenderlo todo.

Actúa siendo dócil.

Y si alguna vez yerras al creer escucharme, Yo, con tu buena voluntad en sólo servirme, transformaré en bendición tu equivocación.

Todo lo controlo Yo.

Ya sé bien la vasija de barro tan pobre que he elegido para Mi obra.

Me complazco en su pobreza.

Yo la transformaré en loza fina, compacta, para custodiar cada palabra que sale de Mi corazón.

No sufras por este tema, Esther.

No te atormentes más.

Yo sé que tu pequeño entendimiento no puede abarcarme ni puede comprender lo que Mis manos están trabajando con Marta, con José y contigo.

Os he elegido para hacer una obra de arte ante el mundo.

Una obra de amor.

Vuestra belleza en el amor, que soy Yo en vosotros, embellecerá el mundo.

Seréis como piezas admiradas en el escaparate de Mi tienda de artista.

Vuestros hermanos no pasarán de largo al veros.

Se pararán para desear ser como vosotros.

Quizá entren en Mi tienda de amor y Me pidan que Yo haga de ellos obras tan bellas como las que llego a exponer a vista de todos.

A vosotros no os esconderé.

Estáis llamados a iluminar a los demás para que vengan a Mí.

Os espero con ansia y sed.

Dejaos hacer por Mí.

Mis manos delicadas os perfeccionan.

Os corrigen cuando es necesario y os admiran y cuidan cuando lo necesitáis.

Tened fe en Mí.

Tened plena confianza.

No temáis nada.

Nadie destruirá Mi obra sobre vuestros corazones.

Nadie podrá destrozaros puesto que Yo os he colocado a la vista la de los transeúntes, pero en el interior de Mi tienda donde Yo no me ausento jamás vigilando con Mis ángeles a toda criatura que ha deseado vivir en Mí.

¡Oh Esther!

En Mi tienda, Mi morada celestial, cabéis todos.

Y tengo un diseño perfecto para cada uno de vosotros si os dejáis hacer por Mí.

Mostradme a Mí en vosotros.

Cuando se ve una obra rebosante de belleza, se quiere conocer al artífice.

Así quiero que ocurra con vuestros hermanos:

Que al veros, deseen llegar hasta Mí y morar en adelante junto a Mí.

Ninguna obra salida de Mis manos se repite.

Todas son originales, diversas y únicas.

Nadie es mejor o peor, todos los que entran en Mi morada santa para dejarse amar, tendrán Mi diseño exclusivo y Mi firma de autor:

"Jesús de Nazaret, el que tanto te ama".



16,22 p.m.



Esther:

Jesús, soy un desastre.

Tú lo sabes.

Nada valgo.

Nada soy.

Nada has de tenerme en cuenta como bueno.

Basura soy, Señor.

Basura que te ama y que te necesita.

Basura y no más, pero a Tus pies.

¡Oh Jesús!

Auxíliame en mi debilidad.



Jesús:

Esther...



Esther:

Dime Jesús.



Jesús:

Te amo a pesar de tu pobreza y tu debilidad.

Nada son ante Mí puesto que Me amas abundantemente.

Yo sostengo tu debilidad porque prefiero tu amor a la soberbia que te produciría tu perfección.

¡Oh, te amo!

Te amo y te bendigo.

No eres mala.

Eres débil y Yo lo permito.



22,30 p.m.



He pasado una tarde completamente abatida.

Con depresión profunda.

He creído conocer qué puede sentir una criatura cuando tiene depresión. Es como una nube negra aplastante, que se lleva para sí la esperanza, la alegría, la fuerza, el ánimo, la belleza de la vida...

Y te deja en el miedo, la parálisis, el dolor angustioso del alma desnuda y completamente aislada del mundo.

Ésa nube me invadió estando aún en casa de mis padres.

Y todo el camino hacia mi casa rogué y rogué a Jesús de Nazaret, mi médico celeste, que se llevara al infierno esa angustia que yo estaba padeciendo y que no entendía por qué.

Rogaba y rogaba, pero me aplastaba cada vez más el peso negro de la depresión.

Llegando a casa, aún por la calle, me dice Jesús:



"Canta para Mí un cántico de alabanza".



Y a pesar de mi angustia comencé a cantar bendiciendo a Dios.

Al llegar a casa me puse ante Él y supliqué con todas mis fuerzas que alejará de mí esa nube demoniaca que me invadía.

Pude llorar.

Al menos pude llorar.

Sólo pensaba en mi inmensa debilidad y pecado ante el Señor.

De mi boca sólo salía el pedirle perdón y suplicar su ayuda.

En mi llanto inundado de profunda tristeza pido a Jesús que me hable a través de su libro santo, la Biblia.

Y leo al azar

"El Espíritu del Señor está sobre Mí.

He venido a anunciar la liberación a los cautivos, a vendar los corazones rotos, a consolar a los que lloran...".



Luego pido a Jesús que sea su propio corazón el que me hable en esta situación de dolor y leo al azar:

Gabriela Bossis página 349:

"Ten confianza en tu humilde camino, cada vez más cerca de Mí.

Sabes que no eres firme y que tu fundamento no puede estar más que en Mí.

Cuando te derrumbas, cojo los escombros y rehago un templo nuevo, más bello, por haberte humillado.

Piensa en ello para llegar a amar la humillación".



Mi corazón sabe que es una respuesta directa de mi amado Jesús para mí.

Bendito y alabado seas Jesús.

Ayúdame.

Te quiero

Y como por obra de gracia, el Señor escuchó mi súplica angustiosa y se llevó de golpe la nube negra que me tenía envuelta.

Por la noche pongo Radio María y un sacerdote da una charla de ejercicios espirituales para esta Cuaresma de 2009.

Hoy toca hablar del Espíritu Santo.

Y a medida que va hablando comienza a reproducir todo lo que el Señor me ha ido diciendo hoy.

SORPRENDENTE.

Al final, me habla del artista que sabiendo que soy arcilla, hace de mí una obra de arte....

¡Qué grande y qué bueno es mi Dios!

Le pedí luz sobre si era Él quien me hablaba y me da una luz resplandeciente.



8 Abril 2009



4,20 a.m.



Jesús:

Hoy quiero hablarte del cielo.

Esther, guarda silencio y recogimiento interior.

Así podrás entenderme.

Yo habito en el silencio del alma.

Anota Mis palabras.

Mis palabras son verdaderas.

Mis palabras son luz.

El cielo es un estado del alma.

No tiene un lugar físico.

No vais al cielo sino que sois cielo, parte de Mí.

Yo, Dios, soy el cielo.

Entraréis en Dios.

Formareis parte de Dios.

Todas las cualidades de Dios serán también vuestras.

Entenderéis, podréis estar al mismo tiempo en todos los sitios, seréis eternos, felices...

Las pobres palabras que utilizáis como: gloria, gozo, paz, felicidad, descanso...

Nada pueden expresar lo que Yo os tengo preparado porque es imposible que comprendáis por ejemplo qué pueda ser la paz en grado perfecto e infinito ya que vuestro Dios es perfecto e infinito.

Y así con la felicidad, con lo que pueda ser la alegría, el gozo y sobre todo el amor.

Seréis, como Yo, seres de amor.

Para entrar en el cielo, esto es, en Mí mismo, os habréis tenido que purificar de todo lo que no sea amor.

¡Vale tanto entregar esta vida por conseguir la otra!

¡Esperad lo inesperable!

¡Ni el mayor y más bello deseo que podáis soñar con todas vuestras potencias, puede alcanzar a ser una sombra del cielo que os tengo prometido a quienes en esta vida Me amáis!

Un Dios creador de un universo tan bello…

¿Qué creéis que pueda tener preparado como corona de gloria para sus hijos, a los que infinitamente ama?

Yo lo puedo todo, soy el creador de las más altas delicias.

¿Cómo seré pues, Yo mismo, a donde estáis destinados a venir puesto que sois parte de Mi?

Mi seno es maternal.

Mi útero os engendró y por un instante visitasteis la tierra.

Pero habéis salido de Mi y por lo tanto venís del cielo, que soy Yo, y deseo que todos volváis tras la prueba de vuestro amor, de nuevo al cielo.

¡Renunciad a todo lo innecesario que ofrece el mundo y preparad vuestras almas para Mí, para el cielo!

¡No os cueste soltar amarras!

¡Sed libres de todo para asemejaros a vuestro Dios!

¡Vivid, ya en la tierra, a semejanza de lo que os tengo reservado!

¡Oh, venid a Mí!

Mis brazos están abiertos.

Os deseo a todos en Mí.

De Mí salisteis y en Mí os quiero recibir.

No ignoréis a lo que estáis llamados.



9 Abril 2009



19,54 p.m.



Esther:

En esta soledad, angustia, tristeza y dolor del alma, me escondo en Ti, Jesús amado.

Me introduzco en Tus llagas de dolor para que curen mi dolor y sanen mis dolencias.



Jesús:

Espera a que tu alma se sosiegue.

Soy varón de dolores y conozco el tuyo.



Esther:

Señor, estoy perdida en este mundo atroz.



Jesús:

Yo fui el perdido en este mundo, el despreciado.

No hallé consuelo ni entre los Míos.

Mi soledad fue abrumadora ante la muerte.

Y, ¿crees que no entiendo lo que te pasa?

¿Crees que no sé lo que es el desamor?

¿La soledad?

¿La parálisis?

Todo tu dolor fue ya recogido por Mí y redimido en Mi cruz.

Mi amada cruz puesto que te salvó a ti.



Esther:

¿Y qué hago, Señor, en este dolor?



Jesús:

Acércate aún más a Mí.

Tanto, que con tu oración te adentres en tu Señor y te hagas Una con Él.

Une tu pasión a la Mía y todo pasará.

Cierra tus ojos y ponte a los pies de Mi cruz en el Gólgota.

Mis lágrimas y Mi sangre caerán sobre ti y te sanarán.

Pero permanece junto a Mí para que pueda sanarte.

Si huyes de la cruz, no podrás ser redimida.

Cuanto más cerca estés de Mi, mayor sangre se derramará sobre ti y mayor será tu sanación.

Mi sangre, Esther, es la sangre de Dios.

Mi sangre es bendición de amor para Mis hijos.

No te repugne Mi sangre puesto que en ella está tu propia vida.

Déjate empapar de la sangre y del agua que brotan de Mi costado atravesado por el odio, porque esa lanza consiguió que se derramase Mi sangre, tan abundantemente, que cubrió la faz de la tierra.



13 Abril 2009



23,50 p.m.



Esther:

¡Oh Dios!

La cruz es durísima para Mí.

Me aplasta, Jesús.

No encuentro Señor, donde reclinar mi cabeza.

Me identifico Contigo clavado en la cruz.

¡Qué debilidad, Señor!

¡Qué dolor!

¡Cuánto duele el desamor!

Apenas puedo orar.

Mis ojos están tan hinchados por el llanto, que se me ha desfigurado el rostro.

Marta intenta ayudarme, Señor, y yo se lo agradezco.

Pero Tú eres quien me ha dado esta cruz y he de llevarla como pueda.

¡Oh Señor!

¡A Ti te imploro rota por el dolor de mi alma!

¡Oh corazón de Jesús, fuente de todo consuelo!

¡Oh Trinidad Santa que habita mi corazón!

¡Tened piedad y misericordia de esta pobre y pequeña oveja que siente dolor de muerte!



Jesús:

Yo quiero consolar tu corazón y secar tus lágrimas.

¡Si supieras con qué amor te echo sobre Mis hombros!

Estás tan herida, dulce Esther, que no Me separaré de ti ni un momento.

Te vendaré, te cuidaré.

Mis ojos no se apartarán de ti.

La más pequeña de Mis ovejas ha sido herida.

La oveja por la que Mi corazón sentía especial debilidad yace tirada y con dolores de muerte.

¡Oh Mi pequeña!

¿Quién te hirió de esta manera?

¿Quién no fue capaz de ver tu poca edad?

¿Quién te engañó?

¡Oh Mi pequeña!

¡Mi propio corazón ha sido en ti herido!

Tú, Esther, eres objeto de Mi predilección.

Yo jamás te dejaré.

Éste, tu dolor, nos unirá aún más.

Tú serás para Mí y Yo seré para ti.

Sólo tendrá acceso a ti quién te quiera bien y te cuide como Yo te cuido.

Te tendré siempre junto a Mí.

No permitiré que te lastimen de esta manera.

No te separes de Mi, Mi querida niña.

No dudes de Mí ni de Mi amor.

¿Confías en Mí?



Esther:

Si, Jesús.



Jesús:

Continúa hacia adelante.

Tus ojos fijos en Mí.

Mi poder y Mi luz guiarán tu camino.

Nada temas.

Yo voy contigo.

¿Sabes?

Yo he colocado sobre tus hombros esta cruz.

Sabía de antemano todo lo que ocurriría.

Sabía que te lastimaría y el estado en que quedaría tu alma.

Y desde ahí, desde esa caída tan dura, surjo Yo y te levanto.

Te sano y te abrazo.

Y junto a ti, cargo sobre Mis hombros tu cruz y caminamos juntos.

Si permito esto, Esther, es porque es necesario que superes situaciones y continúes caminando con plena confianza en Mí.

Esther…

¡Te amo mucho!

Mi corazón se te entrega por completo.

¡CÓGELO!

Es tuyo.

Cuelga Mi corazón a tu cuello como joya preciosa.

Que esté muy cerca del tuyo.

Mis latidos te darán vida y plenitud.

Yo te llevo tatuada en Mí.

Jamás puedo olvidarme de ti.

Te he hecho parte de Mí.

Confíame tu vida y Yo velaré por ti.



Esther:

Señor !calma mi dolor!

No te entiendo Jesús.

No entiendo nada.

Ayúdame a confiar plenamente en la total oscuridad y sufrimiento del alma.



Oro con todo mi corazón queriendo entregarle al Señor mis proyectos, mis deseos, mis planes, mi sufrimiento...



Y en esa oración me habla Abraham y me dice:

¡Esther, confía en el Señor!

¡Haz todo lo que Él te pide!

¡Dáselo todo!

Y si no entiendes nada, no te preocupes.

No razones ante los mandatos del Señor.

Obedécelos sin cuestionarte nada.

Como hice yo.

La prueba, Esther, es semejante a la mía.

Por ello, obedece ciegamente.

Abandónalo todo por Él.

Él no te defraudará.



Luego me ha hablado sor Faustina.

Su voz era muy dulce.

Me ha dicho que soy muy amada por Jesús, que lo crea, que Él tiene puestos sus ojos de una manera muy especial en algunas criaturas de la tierra.



Yo le contestaba a sor Faustina que eso no es posible por mi indignidad ante Jesús.



Pero ella me lo repetía una y otra vez.

Al final me ha abrazado y me ha dicho:

Con este, mi abrazo, soy transmisora del amor que te tiene Jesús.

Y se ha ido.

Le he pedido que ore por mí para abandonar todo y entregarme a Jesús.



A las 2,00 a.m., sin poder dormir, y con un dolor tremendo de cabeza, escucho el programa en radio María "Catecismo de la Iglesia Católica".

Y hablan sobre el cuarto mandamiento de la Iglesia: ayuno y penitencia.

Hablan del apego.

Es muy posible que yo tenga apego.

Le pido a Jesús luz para saberlo.

También pienso que soy muy egoísta, siempre pensando en mí, en mis cosas y en lo que me apetece.

¡Oh Jesús dame luz!



20 Abril 2009



16,30 p.m.



Jesús:

Calma.

Sosiégate

Confía en Mí.

Confía en Mí santo nombre.

Todo lo puedo.

En todo estoy presente.

En Mí todo lo tenéis.

No desfallezcáis por vuestras miserias, pues Yo soy misericordioso, el Padre y redentor de todas las miserias.

Vuestras miserias no Me hacen mirar hacia otro lado, antes al contrario, giro Mis ojos y Mi corazón ante vuestra debilidad para acogeros en Mis brazos, calmaros, perdonaros y daros nueva fuerza para vuestra felicidad.

Soy el Dios de la misericordia.

Mi título es: "Dios misericordioso", que ampara al débil y al desvalido, que ama vuestra pobreza, que perdona y olvida vuestra iniquidad.

Esther, lleva Mi mensaje de amor a toda criatura.

No juzgaré con otra medida que no sea el amor.

La fragilidad de vuestras almas, la comprendo y la asumo.

Es vuestro amor lo que quiero.

Lo que más ansío.

Lo que colma Mi corazón.

Con vuestro amor, todo queda perdonado.

Todo se transforma con el amor.

Hasta el acto más cruel puede ser reparado con amor.

Mis verdugos, tras maltratarme, humillarme y asesinarme repararon con amor.

Y Mi corazón sólo supo perdonar y amarlos.

Hoy están en Mi reino, porque el resto de su vida, derrocharon amor, arrepentimiento y bondad.

Eso quiero de todos Mis hijos:

Que habiendo cometido cualquier pecado, cualquier ofensa contra Mi corazón se arrepientan y vuelvan a Mí.

Porque Mi corazón sobreabunda de misericordia y Mi misericordia empapa cualquier corazón que se torne a Mí con humildad y arrepentimiento.

Olvido todas las ofensas, perdono todos los pecados, ignoro vuestras faltas y debilidades...

Siempre que tengáis amor.

Amor a Mí, como vuestro Dios Padre, y amor a vuestros hermanos, que con tanto sufrimiento malviven esta vida que les otorgo.

Convencedlos de Mi inmenso amor, de Mi eterno perdón, de Mi sed de vuestros corazones.

Sólo os resta dejaros amar por un amor sin límites, que es Mi propio amor.

Y a cambio, una pequeña ofrenda de amor salida de vuestro corazón, de alegría llenará Mi ser.

Vuestro Dios tiene hambre y sed de corazones.

Os amo muchísimo.

Os amo puramente.

Os amo para haceros felices por la eternidad.

Confiad en Mí.



22 Abril del 2009



Jesús:

Esther, quiero que sepas que todos, absolutamente todos los tiempos que tienes de tristeza, miedo, desazón e inquietud, te los infunde el divisor.

Utiliza inmediatamente AGUA BENDITA y confía en Mí.

Yo acudiré rápido a socorrerte.

Y esos momentos te harán apreciar enormemente su ausencia cuando Yo te haya librado de ellos.

Quiero que viváis felices, muy felices, pues Yo os amo y os cuido como jamás ningún padre haya cuidado y protegido a su hijo.

Confiad en Mí.

Acogeos a Mí.

Es Mi mayor deseo.

Que os acerquéis como niños pequeños a Mi ser del que sólo emana amor.

Amor y seguridad.

Mi venida, Esther se acerca.

Pero…

¿Qué miedo puede producir a la novia, la llegada amorosa del novio cargado de regalos de amor?

Sólo la novia infiel y prostituida deseará que no llegue el novio pues su iniquidad y mentira serán descubiertas y ella será rechazada como futura esposa.

Pero vosotros...

¡Oh, esperadme!

Llego cargado de amor y de ternura.

Llego a manos llenas repleto de tesoros que serán dicha sobre dicha para quienes Me aman.

Mi llegada os colmará de bien.

Todos vuestros anhelos quedarán satisfechos en la tierra.

No pasaréis más frío, ni hambre, ni sed.

El sol será cada día más espléndido con la naturaleza.

La lluvia llegará en su tiempo y por el tiempo exacto para que los árboles den un fruto exquisito.

Los corazones de Mis hijos serán todos como el Mío...

Os regalaré un tiempo de tanta paz y felicidad que vosotros podréis comprobar y dar gracias por conocer que edén preparó vuestro Padre a los primeros padres antes de que pecaran.

Habrá un tiempo largo de dicha.

Sin Satán, todo lo irá llegando a la perfección.

Poco a poco, Mis hijos irán creciendo en el edén, llegarán a la adolescencia llenos de amor y de bondad, y en su madurez entrarán directamente en el paraíso prometido.

¡Oh hijos Míos!

¡Gritad para que todo esto se cumpla pronto!

Yo deseo que vosotros, almas fieles y buenas, deseéis que todo esto suceda.

Y Yo escucharé vuestros gritos llamándome y aceleraré aún más Mi venida.

AMÉN.



25 Abril 2009



21,45 p.m.



Esther:

Querido Jesús, vengo de casa de mis padres y he visto noticias nefastas.

He pensado mucho sobre lo que me dices de Tu venida a la tierra en gracia y gloria.

¿Es esto el comienzo de la catástrofe?



Jesús:

Esther...

Ven, ven a Mí.

Ven que te abrace.

Ven que te cobije.

No te asustes, no temas, preciosa Mía.

Anota Mis palabras.

Sé que hay muchos inocentes sufriendo.

Estáis viendo los primeros síntomas de lo que viene.

Para comenzar algo nuevo, hay que demoler lo antiguo.

Caerán edificios, las aguas inundaran la tierra, el fuego se expandirá.

El terror se apoderará de los corazones.

El hombre se dará cuenta de su impotencia.

Hijos Míos, cuánto tiempo y con cuánto amor os he ido avisando.

Satanás, el mentiroso, os tiene atrapados.

Pero Yo os rescataré.

Confiad en Mí aunque veáis calamidades.

Son necesarias para destruir el poder que Satanás ha cimentado sobre la tierra.

Confiad, confiad plenamente en Mí.

El día será noche, y la noche negrura.

No brillará el sol.

Serán días de oscuridad infernal.

Morirá la gran mayoría, pero Yo tendré misericordia.

La verdadera vida es la del cielo no la de la tierra.

Por eso no os preocupéis vosotros, hijos fieles, de las muertes de vuestros hermanos, porque Yo haré un gran acto de amor ante la catástrofe que se avecina.

En los momentos terror, muchos se convertirán y eso los salvara porque Me los llevaré a Mi reino.

Pero Satanás quedará para siempre derrotado.

La nueva tierra estará habitada por Mis hijos queridos, los que se mantuvieron fieles a la gracia y a Mi palabra.

Los que creyeron plenamente en Mí y en Mi salvación.

Por eso, hijos Míos, esperad Mi venida como la madre espera el momento del parto y el futuro de un hijo amado.

Sabréis que para que nazca es necesario un momento de fuerte dolor que permitirá a la criatura nacer.

Ha de pasar esa nueva criatura del pequeño mundo en el que ha vivido un tiempo, el útero de su madre, al mundo nuevo, lleno de luz y de amor.

Vosotros, Mis hijos, pasaréis por este trance.

Sufriréis los dolores de parto, pero en seguida veréis la luz nueva de la vida.

Os amo mucho.

Tengo escrito en Mi corazón el nombre de los hijos que gozarán de la nueva tierra y los nuevos cielos.

No os preocupéis.

No temáis.

Estoy con vosotros.

Estoy para cuidaros y para salvaros.

Os amo.

AMÉN.



26 Abril 2009



15,53 p.m.



Esther:

¡Jesús!

Se me hace a veces durísimo esperar en Tu promesa, pero Tú me mantienes.

Estoy deprimida.

¿Te ofende esto, amado Jesús?

¡Oh Jesús!

¡Háblame y dime qué puedo hacer con mi cruz!



Jesús:

Tu cruz, Esther, es también Mi cruz.



Esther:

¡Es tan difícil todo esto, Jesús!

Vivir de la fe.

Y además, el sacerdote me ha dicho que no me apoye en las locuciones.

¿Qué puedo hacer ante este dolor y falta de entendimiento, Jesús querido?



Jesús:

No te apoyes en las locuciones.

Apóyate en Mí y en Mi revelación de la Biblia.

Te he prometido, os he prometido, que la fe consigue todo aquello que deseáis.

Por lo tanto, Esther amadísima, vive de la fe.

La fe te sustenta aún más que el alimento, la bebida, e incluso la respiración.

La fe en Mi, es vida para ti.

No falles en la fe.

No dudes, amada de Mi corazón.

No dejes que Me entristezca por tu falta de fe.

Aún más:

Yo te hago una promesa si Me otorgas tu fe.

¿Tienes algo que perder?

Nada.

Todo lo has de ganar.

Así que, espera y confía.

A ti te hago esperar tanto porque quiero de ti muchas virtudes: fe, paciencia, amor verdadero, renuncia al mundo, entrega de tus apetencias...

!Es tanto bien el que puede derivar de tu fe y confianza en Mi palabra...!

¡Es tanto lo que puedo embellecerte!

No temas.

Te amo.

Estoy en ti.

Todo lo tengo dispuesto para tu bien.

Espera en Mí.

Te amo.

Ámame tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario