sábado, 15 de octubre de 2011

NOVIEMBRE 2009



3 noviembre 2009



8,22 a.m.



Esther:

Tierno y dulce Jesús de mi corazón.

Estoy aquí para darte todo mi amor y entregarte mi compañía.

Yo sé que lo tienes todo en el cielo, pero sé también que nadie puede sustituirme en Tu corazón.

Y sabiéndome tan amada y tan importante para Ti, y al mismo tiempo sabiendo mi nada absoluta, me siento llamada como una princesa ante Ti para que Tú y sólo Tú seas feliz conmigo.

Y es tan alto Tu amor por mí, que Tu gozo se desborda sobre mi persona y me cubre de delicias.

Soy yo la que siempre recibo.

Soy yo la gran amada por Tu corazón.

¿Cómo no estar tan deseosa de sentirme en Tu presencia, mirada por Tus ojos de luz y amor?

El otro día, hablando Contigo, te dije:

Jesús, una persona verdaderamente enamorada de otra, vendería algunas cosas y viajaría hasta el extremo del mundo, si fuera necesario, sólo para dar un beso a su amado.

Y se volvería corriendo para seguir trabajando y con sus obligaciones.

Y Tu contestación, me dejó profundamente pensativa.



Tú Me dijiste:

Esther, Yo he bajado del cielo por tu amor.

Mi viaje ha sido más largo y Mi despojamiento de la gloria del cielo ha sido abandonado por lo mucho que te amo.



Ahora, Jesús, en Tu presencia y en la soledad de mi habitación, quiero extender mis pobres manos vacías para ofrecerme a Ti en pobreza, humildad y amor.

Ya ves que poquita cosa te ofrezco, pero es lo que tengo.

Y me sé tan amada por Ti, que no dudo en ir tan pobre, porque Tú me deseas.



Jesús:

¡Niñita Mía!

¡Oh niñita Mía!

Sí, acepto lo más mínimo que Me entreguéis con amor.

¿Cómo no aceptar tu ofrenda total por amor?

¿Sabes, querida niñita de Mis entrañas?

Deseo anhelantemente que vengáis a Mi vacíos, porque Yo os colmaré.

En ese vaciamiento interior, entro en vosotros con regalos altísimos, los dones que no se pueden pagar con dinero.

Id despojándoos de las cosas materiales:

De la vanagloria.

Del egoísmo.

De la soberbia.

De la envidia.

De todo tipo de ataduras que tanto os hacen sufrir...

Echadlo de vosotros como se echa de la casa a una alimaña infectada y maloliente.

Dejad vuestra morada limpia de todo mal para que, al llegar Yo, la encuentre dispuesta para ir colocando regalos bellísimos en cada sala.

Yo amueblaré vuestra casa.

Yo decoraré con bellezas sin límite vuestras paredes y estanterías.

Si Me dejáis a Mí, haré de vuestra humilde casa, un palacio de oro, esmeraldas y marfil.

Dejadme hacer en vosotros.

Dejad que os talle con Mi amor.

Y esa construcción que hagáis en la tierra, perdurará eternamente en los cielos.

Procurad aprovechar este tiempo tan veloz, que es la vida, para dejaros construir por Mí.

Porque en el estado de construcción al que lleguéis cuando Yo os llame a Mi presencia, ese estado será el vuestro eternamente.

¡Daos prisa en renunciar a la maldad!

¡Daos prisa en reconstruir vuestras moradas!



Por la noche, pongo una película sobre la vida de San Ignacio de Loyola y se me rompe el ordenador.

Entonces le digo a Jesús:

Como esto me lo vienes haciendo para que cambie de actividad…

¿Qué deseas que haga en lugar de ver esta película?

Y me viene con mucha fuerza que ponga Radio María.

Así lo hago y hay un programa que trata de los novísimos.

Entonces compruebo cómo Jesús está haciéndome notar, con certeza, que esta mañana fue Él quien me habló y no mi imaginación.

El locutor insiste e insiste en llevar una vida santa, indicando que en el estado en que estemos (en gracia o en pecado) en el momento en que Dios nos llame a Su presencia, esa será nuestra eternidad.

Gracias Jesús.

Gracias mi amor.

Ya sólo vivo para amarte.

Perdona todos mis pecados y dame el don de vivir siempre en gracia y en gracia también a todos los que hay en mi corazón.

AMEN.















4 noviembre 2009



9,09 a.m.



Esther:

De nuevo estoy aquí añorándote pero sabiéndote unido a mí.

Te agradezco Señor la vida y todo lo que me regalas constantemente.

Quiero estar siempre junto a Ti, sumida en Ti.

Y sigo, amado Jesús, con mi cruz.

Sin saber aún hacia dónde voy cargando con ella.

Sólo me conforta saber que, como caminas junto a mí, Tú sí que sabes el camino y la meta.

Anoche sostuviste un rato mi cruz, Señor, y dejé de sufrir.

Pero, fíjate Jesús:

¡Me sentí tan extraña sin la cruz!

¡Sentí que no era yo!

¡Y fue tan raro, Jesús!

Es como que estoy mucho más cerca de Ti cuando cargo con la cruz.

Esta mañana ya la llevo de nuevo y te doy las gracias.

Porque esta cruz que me has dado, aunque me hace sufrir mucho, me lleva de bruces a Tu corazón.

Y me hace orar, suplicar, esperar, ofrecer, y sobre todo, AMAR.

¡Qué misterio Señor, el de la cruz!



Jesús:

Esther, la cruz está tan unida a Mí, que sin cruz Yo desaparezco de vuestra vida.

El hombre está hecho para amar y no se puede amar sin sufrir.

Para perfeccionaros en el amor, habéis de cargar con la cruz, con el sufrimiento.

Unas veces más atenuado y otras veces en la crudeza máxima.

Pero Yo siempre estoy junto a vosotros.

Yo estoy clavado en vuestra cruz.

Siempre Me encontraréis en vuestra cruz personal.

¡Qué difícil se os hace entender la cruz!

La cruz es el AMOR.

¿Podéis así comprender?

La cruz perfecciona el amor.

Sin cruz no puede haber amor verdadero y purificado.

Sin cruz, difícilmente os encontraréis con Dios.

Sí, soy el Dios de la contradicción humana.

Vuestra lógica suele ser necedad ante la sabiduría de vuestro PadreDios.

La cruz de cada uno es el vehículo perfecto para llegar directamente al cielo y no equivocarse de camino.

¡Abrazad vuestra cruz!

¡Os la he dado por amor!

¡En la cruz estoy Yo radiante de amor por quien Me lleva!

La cruz no está hecha sólo de madera.

La cruz tiene un corazón amorosísimo por Mi criatura.

Si despreciáis la cruz, Me despreciáis a Mí porque Yo soy AMOR.

Y la cruz no es otra cosa que vuestro camino de amor junto a Mi corazón incendiado de ternura.

¡Oh, comprended el sentido de la cruz!

¡Abrazad la cruz!

¡Amad la cruz!

¡Desead la cruz!

Sin cruz estáis perdidos.

Si Yo no hubiera amado y abrazado tanto Mi cruz, vosotros no podríais gozar de la maravilla del cielo.

La cruz, amada, os hace santos.



Por la noche en internet busco la palabra "sentido de la Cruz" para comprobar si lo que he recibido era del Señor.

Y me sale una canción que yo iba a quitar de inmediato porque lo que quería era una explicación.

Pero sorprendentemente, la canción comienza a repetir las palabras que me ha dicho Jesús sobre el sentido de la cruz.

Y yo, totalmente impactada, pienso…

¡Ahora sólo falta que aparezca un dibujo de una cruz de madera con un corazón clavado!

Y no había aún acabado de pensarlo cuando en ese video, aparece en toda la pantalla una cruz de madera con un corazón clavado y coronado con espinas.

Siento pena de Jesús, que tiene que hacer estas cosas, para que yo lo crea.

Le pido a mi amado Jesús que aumente mi fe y mi confianza en que es Él quien se dirige a mí para los demás.



5 noviembre 2009



20,05 p.m.



Esther:

¡Jesús, abrázame!

¡Jesús, consuélame!

¡Cobíjame bajo tus alas!

Dime en qué puedo servirte.

Ábreme Señor los labios y mi boca proclamará Tu misericordia y Tu bondad.

Llévame a orar.

Atráeme a Tí.

Ya no despido olor a flores e incienso y pienso, Jesús, que ya no soy buena.

Mi ser se hace tan pequeño en Tu presencia, que me sé nada.

Pero tengo la certeza de ser amada por Ti.

Dame Señor sabiduría para conocer Tus caminos y caminar por ellos.

Tengo, Señor, hambre y sed de Ti.

Mi nostalgia de Tu Ser me hace llorar.

Deseo que te unas más a mí, querido Jesús.

Cuando vivo completamente en Tu Ser, es cuando puedo descansar y gozar.

Yo, Jesús, estoy perdida.

No llego a saber cuál es Tu voluntad.

Y esta situación me está produciendo ansiedad, tristeza, inseguridad, dudas tremendas...

Y se me olvidan Tus prodigios para con mi pobre ser, prodigios de luz y de aromas, danza del sol, fotos con llagas, consolaciones altísimas e incluso desolaciones que corroboran que eres Tú quien me va llevando.

¡Oh, mi Jesús!

¡Cuida a tu niña, como cosa propia!

¡Recógeme del suelo en donde estoy tirada y llorando, y elévame con Tus brazos para que pueda darte un beso y sentirme cuidada y amada mucho por Ti!



Jesús:

Siempre te he hablado Yo.

Te he dirigido Yo.

Estás pasando una prueba de fe y Yo permito al tentador que te bambolee para que te agarres con más fuerza aún a Mí.

Cuando se zarandea a un árbol cargado de frutos, éstos caen a tierra e inundan de dulzura a sus dueños.

Eso permito al tentador, que zarandee tu ser para que los frutos de fe, de esperanza, y de amor, que ya están maduros en ti, se deslicen al mundo, y tu árbol tenga mayor capacidad para seguir produciendo fruto y con él alimentar a muchos de Mis hijos.

No temas en estas sacudidas porque Yo sostengo tus raíces y nadie te tumbará.

Sólo te moverán.

Confía en Mí.

Pon toda tu esperanza en Mi promesa.

Desecha todos los razonamientos que te digan lo contrario.

Desecha las circunstancias.

Sólo cree en Mi palabra porque todo se cumplirá.

AMÉN.



19 noviembre 2009



3,56 a.m.



Esther:

Te busco, Señor, muy dentro de mí y me doy cuenta de que es una maravilla que me hables.

Es un don altísimo comprender Tus deseos y hasta hace muy poco, no me daba cuenta de este regalo tan inmenso para mi alma y para las demás.

¡Oh señor Jesús!

No dejes nunca de dirigir Tu palabra a mi alma.



Jesús:

¡Esther...!

Eres mi pequeña niña.

Sabes que te tengo guardada entre Mis brazos.

Nada te separará de Mi amor.

Descansa plácidamente hundida en Mi ser.

Lleva a los demás Mi ternura y para ello, antes, sáciate de Mí.

Es por esta razón por la que te quiero tan recogida en Mi regazo.

Para que todo tu ser esté alimentado por Mí mismo.

Y así, cuando salgas al mundo, irás dando de Mi propio alimento a los hambrientos y sedientos de la verdad y de la felicidad.

Si un alma quiere estar robusta, ha de alimentarse de Mí.

Yo soy alimento y salud de cuerpo y alma.

Todo el que se alimenta de Mi, tiene vida eterna.

Los demonios serán ahuyentados con Mi presencia en el alma.

Yo ya he vencido a Satanás y por lo tanto el alma que vive de Mi, ya tiene la victoria ganada.

¡Estherita Mía, niñita Mía, perlita preciosa de la solapa de Mi manto celestial!

Tú irás alumbrando con Mi palabra y con tu vida a los hijos a quienes tanto ama Mi corazón.

Te he cogido como instrumento de salvación para muchas almas.

He ahí la razón de la furia de Satanás contra ti.

Pero tú, Mi niña querida, aliméntate abundantemente de Mí y nada podrá el enemigo:

Aliméntate de Mi cuerpo y de Mi sangre en la Eucaristía.

Aliméntate de Mi palabra.

Aliméntate de la oración.

Aliméntate de las buenas obras.

Aliméntate de pensamientos santos.

Aliméntate de amor.

Déjate atraer por Mí.

Sigue en todo momento Mis inspiraciones de amor y obedece sin filtrarlas por tu razón.

Necesito tu obediencia ciega a Mi voluntad, para que todas las almas que he dispuesto que se salven por tu mediación, puedan llegar a ser rescatadas del abismo infernal en el que viven.

Bendice siempre Mi nombre, Mi santo nombre.

Ofréceme un sacrificio de alabanza en toda aparente adversidad.

Lleva una vida santa y Yo santificaré a tus hermanos.

La vida de un justo bendice a miles de injustos.

Es Mi misericordia la que lo hace, Mi generosidad en el amor.

Mi Padre eterno os bendice.

Espero de vosotros una vida ejemplar, una vida sencilla y santa.

No os faltará Mi gracia.

Entregaos por completo a Mí y a Mis planes y Yo no os defraudaré.

Haré correr en vuestras almas, como un río, la paz.

Os bendeciré a vosotros y a vuestras familias.

Os reservaré una alta morada por toda la eternidad.

¡Anda, pequeñitos míos, venid con vuestro Padre!

¡Sed Mi delicia en la tierra!

Sed mis fieles soldados, los que nunca traicionan a su Señor.

Nada temáis.

Ni al enemigo.

Ni al mundo.

Luchad contra la carne y las tendencias y apetencias de los sentidos.

Yo os ayudaré.

¡Con fuerza, con ánimo, y sabiendo que la batalla está ganada!

Todos vuestros sufrimientos en esta gran tribulación por causa de Mi nombre, darán frutos de gran santidad.

Obrad y vivid como si fuerais santos que habitan en el cielo.

Os amo y os protejo de todo mal.

Amén.



Hace dos noches, me dijo Jesús que cuando Él se encarnó en María, se despojó de toda su categoría de Dios.

Y que en ese despojamiento, también dejó en el cielo todo su poder como Dios.

Y que por eso ante cada milagro que hacía, oraba profundamente a su Padre para que lo escuchara y otorgara el prodigio.

Porque Él, como Dios encarnado, quiso dejar y despojarse de Su categoría de Dios.

Y esto fue una respuesta a una pregunta que yo me hacía sobre el porqué Jesús oraba tanto, tantas veces, y se iba por las noches a suplicar a su Padre, siendo Él mismo Dios.

Y creo que fue la respuesta de Jesús esta que acabo de comentar:

Que Él, al despojarse de su categoría, había de contar en todo con su Padre Dios.



26 noviembre 2009



13,31 p.m.



Esther:

Querido esposo Jesús.

Me tienes aquí para servirte y darte gloria.

Te doy, Jesús mío, enormes gracias por haberme sacado del mundo y tenerme recogida en Tu corazón.

Gracias Señor por estar purificándome tanto en el amor.

Yo quiero amar de verdad, amar no sólo con los sentimientos sino con toda mi voluntad y con todo mi ser tal y como Tú amas.

Te tendré como modelo en el amor, grabaré a fuego el himno a la caridad en mi alma.

No quiero amores baratos.

Quiero amores de oro finísimo.

Y quiero que mi propio amor se purifique en el crisol de Tu fuego ardiente.

Esta mañana, en una oración, y en mi oscuridad, me has dicho que viva de la fe en Tu promesa.

Que actúe con signos visibles ante el mundo e incluso ante Ti, manifestando mi fe en Tu promesa.

Y yo te he dicho:

Sí Señor, así lo hare para que veas que tengo fe en Tu palabra.

Y te pido que no vuelva a dudar ni a preguntarle a nadie qué opina sobre Tu promesa, sino que la asumiré como totalmente realizada y así viviré hasta que Tú quieras otorgármela.

Para todo esto Jesús necesito toda la gracia del cielo, la fe de Abraham, de María mi Madre y Tu madre, de los mártires y de los santos.

Necesito y te pido toda la humildad que creas necesaria para que yo viva en fe y te pido también estas tres virtudes tan altas: fe, esperanza y caridad.

Te pido también, amor de mi corazón, que me des salud de alma y de cuerpo para servirte, para estar alegre.

Ese es mi deseo, mi profundo deseo pero, Señor:

Hágase en mí según Tu voluntad.

Sé que me basta Tu gracia para sobrellevar cualquier cruz y cualquier sufrimiento.



Jesús:

Mis ojos están clavados en ti, querida hija de Mis entrañas.

Nada temas pues Yo habito en ti.

Me revisto de ti como te he hecho ver en visión.

Estando Yo en ti, dentro de ti, Me visto de ti.

Pero soy Yo el que actúa en ti.

Soy Yo, porque tú así lo deseas, El que te inspira, El que te cuida, El que te hace actuar para el bien.

Y paradójicamente, cuando Yo habito en el alma, ese alma se reviste de Mí.

Nos hacemos tan íntimos, que actuamos al unísono: el alma vive Mi vida y Yo vivo la vida de Mi amada alma.

El alma en gracia es ya Cristo.

Vive de y para Mí.

Vive en Mí y por Mí.

Te amo mucho, cree que eres todo un universo de dulzura para Mi.

¡Descanso tantas veces en tu alma!

Mi presencia en ti ya se ha manifestado con luz y aromas.

Pero es mucho más grande lo que habita en tu ser.

Somos la Trinidad la que plácidamente ha descendido a tu alma, para hacer morada permanente.

Hay almas, Esther querida, que son sumamente deseadas por su Dios.

Son almas pequeñas en grandezas y grandes en virtudes.

Son almas escondidas, confiadas.

Son almas dulces al paladar de Dios.

Dios se deleita, como en paraíso particular, en esas almas tan bondadosas.

Y al morar la Trinidad, con ese anhelo tan fuerte de amor, el alma es colmada de bendición.

Y también es probada en el amor.

Cada alma va creciendo o achicándose dependiendo de su respuesta al Creador.

Algunas almas son más grandes que todo el universo creado y junto con la inhabilitación de la Trinidad, los ángeles están en ellas, los santos del cielo se acercan para alentarlas, la Madre las engalana de virtudes y la Trinidad se complace con la existencia de su criatura amada.

Así eres para nosotros.

¡Tan pequeña!

¡Tan débil!

Siempre llamándonos, siempre agradeciéndonos, siempre alabándonos.

Hay almas muy buenas, y hay ya en la tierra almas santas.

Que tu santidad, Esther, sea cada vez mayor.

Que tu camino hacia el cielo esté acompañado de todos los que actualmente habitamos en ti.

Enseña a tus hermanos a vivir de esta manera tan sencilla y tan gloriosa.

Amén.



27 Noviembre 2009



11,00 a.m.



El Señor ha venido a mi alma derrumbado, sin fuerzas ningunas, y me ha preguntado si lo quiero consolar.

Yo le he dicho que claro que si, y he comenzado a acariciar Su rostro, Su pelo...

Pero Su cara está caída y todo Su cuerpo está sin fuerzas.

Y yo le he dicho:

Jesús Mío…

¿Qué te pasa?

Cuéntame Tus penas.

¿Qué te hace tanto sufrir?

He cogido Sus manos y tenia las llagas y las heridas de los clavos.

Eran unas manos bellísimas.



Jesús:

Esther…

¿De qué ha servido Mi sacrificio?



Esther:

Señor, estamos muchos junto a Ti.



Jesús:

¡Mi Iglesia, Mi Iglesia, Mi Iglesia…!



Y no paraba de repetir con una tristeza infinita esta frase.



Esther:

Señor ¿qué pasa?



Jesús:

A quien más amo está muy enferma.

Y Yo tengo la medicina.

Soy su esposo.

El que más la ama.

Y no quiere tomar mi medicina…



Esther:

¿Cuál es Tu medicina para Tu Iglesia, Señor?



Jesús:

Mi Evangelio.

Quiero que mi esposa, Mi Iglesia, beba Mi palabra y coma Mi palabra.

La palabra de Mi Evangelio.

Y quiero que la digiera y la haga carne en sí misma.

Pero ella se niega a comulgar Mi palabra y Mi medicina.

Ve tú, pequeña, ve tú a Mi Iglesia y llévale la medicina que es Mi palabra.

Dile que la tome…

Porque a Mí no Me hace caso…

No la quiere tomar de Mi mano…

Dásela tú, pequeña…



El Señor sigue en mis brazos.

Su debilidad es tan grande que tiene hasta la cabeza caída y Su cuerpo completamente sin fuerzas.

Esta vestido de blanco y tiene las marcas en las manos, en los pies y en el costado.

Y yo le he dicho:

Señor, y yo ¿qué puedo hacer para hacerte feliz, para sacarte de este estado, de esta tristeza?



Jesús:

COMPADÉCEME.



Mientras está en mis brazos siento mucha paz, mezclada con mucho dolor, tristeza infinita y profunda.

Y yo sé que soy muy poco para consolar ese gran dolor y le digo:

Señor, sé que no te puedo calmar de tanto dolor.



Pero Él me ha dicho que calmo muchísimo su dolor.

Me ha dicho también que quiere que lo amen como yo lo amo y yo siento que…

¡Lo amo tan poco para lo que Él se merece!



Ahora he abierto los ojos y lo he mirado al cuadro que tengo enfrente y está más alegre que al principio, así me lo parece.

Y no para de fijar sus ojos clavándolos en mi alma.

Pero tiene el semblante más relajado, más dulce que antes, que tenía mucho dolor.



Y le pregunto:

Señor, estas cosas que ocurren entre nosotros ¿quieres que las guarde en mi corazón?



Y Él me ha dicho que no, que las cuente, que quiere que se sepa de Su gran dolor para que otros también lo compadezcan,  padezcan con Él y lo consuelen.



Jesús:

Di a Mi Iglesia que agonizo de amor.



Esther:

Señor, la victoria ya está ganada al final de los tiempos.



Jesús:

Sí, la victoria ya está ganada pero se están perdiendo muchas almas.

Y esas almas que viven en el tiempo actual, están cayendo en la muerte.

Yo estoy dando este tiempo para la conversión de los pecadores, pero cuanto más tiempo doy más se Me ofende, mas se Me ignora, mas se Me desprecia y más se Me humilla.

Me duele levantarme de esta postración porque en el momento en que lo haga, tendré que actuar con una justicia implacable contra quienes tanto pecado cometen.

Yo lucho por continuar esperando más conversiones o cerrar el tiempo de gracia para iniciar con Mis santos la nueva Iglesia.



Y me pide a mí que comprenda Su estado de postración ante esas dos opciones que luchan en Su corazón.



Esther:

Jesús, Tú eres Dios, Tú sabes todo.

¿Cómo puedes luchar en Tu corazón?



Jesús:

Mira Mi corazón.



Y en ese estado de postración que Él tiene me enseña un corazón precioso anaranjado por llamas de fuego.



Jesús:

Este corazón es divino pero también es humano.

No soy un Dios prepotente.

Soy un Dios que ama infinitamente a la humanidad y todo lo que Mi corazón tiene es Amor para vosotros.

Por eso, Esther, ante tanto pecado, la mitad de Mi corazón, por amor, quiere erradicarlo y acabar con esta locura en la que estáis metidos.

Pero, la otra mitad de Mi corazón, invade con la misericordia a todo el género humano y sigue confiando, y sigue esperando.

Por eso te digo que Mi corazón está dividido.

Porque Yo, Jesús, tengo sentimientos.

Es más vosotros, Mis amados hijos, tenéis sentimientos porque habéis sido hechos a Mi imagen.

¡Os amo tanto, tanto, tanto…!

¡Que Mi corazón se rompe de amor!

Dependerá que actúe una mitad de Mi corazón u otra mitad de Mi corazón de las oraciones, penitencias, ayunos y amores de Mis almas santas.

De vosotros dependerá que actúe Mi justicia de forma inminente o que Mi misericordia siga derramándose por un tiempo mayor para ganar hijos para el cielo.

Vosotros, Mis pequeñitos, estad en Mi corazón trabajando en Mi corazón para que la misericordia cubra la faz de la tierra.

Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario