sábado, 15 de octubre de 2011

SEPTIEMBRE 2010





4 Septiembre 2010



2.01 a.m.



Jesús:

Te he llamado para que de nuevo recojas tanto amor como hay en Mi corazón por vosotros.

Quizá no habéis aún percibido Mi entrega absoluta por cada uno, individual y única.

Es por ello que vuelvo a hablarte tras unos días de silencio.

Mi amor es inconmensurable, puede que incluso absurdo por incomprensible para vosotros, hijitos amados.

Ninguno de vosotros Me es indiferente.

Por cada uno he dado Mi vida.

Mi vida divina y perfecta a la que nada faltaba.

Fijaos por tanto al altísimo grado llega Mi amor, que, sin necesitaros, decido, en un acto de libre voluntad, entregar todo lo Mío, Mi esencia, a vosotros.

Mi altísimo grado de perfección y sublimidad me hace amaros de una forma inconcebible para vosotros, Mis pequeños hijos.

¡Oh Mis amados!

¡Oh Mis deseados!

¡Oh Mis sufrientes!

Os amo con tal intensidad que vuestro ser quedaría abrasado si os transmitiera realmente el amor que hay en Mí para cada uno de vosotros en particular.

Sois bellísimos a Mis ojos.

Soís amadísimos por Mi corazón.

Nadie os mirará con Mis ojos de amor y benevolencia.

Todo lo perdono, todo lo acepto, todo lo echo sobre Mis hombros con tal de que Me correspondáis al amor que os tengo.

¿Cómo decíroslo con más claridad?

¡Oh, por favor, amadme!

Muero verdaderamente de amor.

Fijaos, hijitos, en lo que os voy a decir:

Fui libre ante Mi Padre, de dar Mi vida por vosotros.

Fui libre hasta el extremo.

Pero Mi corazón sintió tanto amor, tanta compasión por vosotros, que tras Mi oración de sangre en Getsemaní, ore a Mi Padre suplicándole la Cruz.

Porque Mi Cruz os haría Míos.

Os haría de Mi Padre.

Y sin Mi Cruz, nada de eso sería posible.

Así pues, sabed que tras Mi noche obscura, vi la luz y deseé morir por amor.

Por ello, a lo largo de la pasión, no rechisté, no contesté a los insultos, mofas y vejaciones.

Sólo amé.

Y te ame a ti.

A quien en este momento lee lo que le grito a Esther para que a ti, mi hijo amadísimo, te llegue de Mis propios labios.

Amé Mi Cruz más que Mi gloria en el cielo.

Porque la Cruz te consiguió a tí para Mí.

Eternamente para Mí.

Mi Cruz fue la mayor de toda la humanidad porque tenía los frutos más sabrosos de toda la creación.

Mi Cruz te salvó de perecer eternamente.

¿No iba a amarla, a abrazarla e incluso a besarla?

Mi Cruz eres tú, hijo de Mi corazón.

Mi Cruz es tu alma a la que tanto, tantísimo amo.

Mi Cruz es Mi inmenso amor por ti.

Ama pues tu cruz, la que Yo te mando, para participar en tu propia redención.

Mi Cruz es tu salvación.

No rechaces el sufrimiento que te regalo porque, a semejanza de Mi, tu cruz te hará digno de las mayores promesas de tu Padre.

Las promesas para las que Yo di Mi vida por ti.

Amén.



12 Septiembre 2010



11,37 a.m.



Día de la beatificación de Fray Leopoldo de Alpandeire.



Jesús:

Prepara tu corazón para recibir palabras del cielo.

El cielo y la tierra se unen con los santos, los santos de Dios.

Y hay santos que viven entre vosotros llevándoos el mismo cielo al centro de vuestros corazones.

Viven en aroma de santidad y perfuman por donde pasan.

¡Oh corazones santos y puros!

Vuestro Dios os habita de tal manera que tenéis el mismo cielo en vuestro corazón.

Yo, Dios, habito en el alma pura.

Hago en ella Mi morada total, infinita y eterna.

Me fundo con los puros de corazón.

Ellos ven a Dios, no con los ojos de cuerpo, sino con su alma.

Porque Yo me hago visible a vuestros ojos del espíritu.

Me hago visible con palabras, con sabiduría, con visiones, con sueños, con Mi paz y con todos los frutos de Mi Santo Espíritu.

¡Cuánto os quiero, pequeñitos de Dios!

¡Cuánto os deseo, puros de corazón!

Se produce una atracción mutua entre Dios y los limpios de corazón.

El alma pura desea habitar en Dios.

Dios desea habitar en el alma humilde y limpia de intención.

La atracción.

La atracción entre el Santo de los santos y los santos de Dios.

Yo derramaré en vosotros todos los dones del cielo, todos los tesoros de Mi corazón.

Abrid para Mí ese corazón tan puro para que Yo mismo vaya a fundirme y a haceros Míos.

¡Cuántas palabras, Estherita Mía, te he dicho sobre Mi amor!

¡Cuánta ternura he derramado sobre aquellos, que limpios de corazón, Me ven y Me oyen!

Vosotros, hijitos santos de la tierra, sed luces para los demás.

Llevad Mi luz y Mi amor a toda la humanidad para que vuestros hermanos puedan también ver a Dios.

Decidles, sin vergüenza, que no hay mayor felicidad, alegría, paz y consuelo que siendo santos.

Que los sufrimientos del santo en la tierra no son nada comparados con la delicia de tenerme vivo, presente y activo en ellos.

Que nadie tema ser santo desde aquí, desde vuestra vida mortal.

Ser santo aquí en la tierra es ser feliz porque se tiene en plenitud a Dios como amigo íntimo e incondicional, como amigo que no defrauda jamás, como esposo perfecto y enamorado de su alma.

¡Sed santos como Yo soy santo!

¡Sed humildes y limpios de corazón!

¡Sed Mi imagen en la tierra!

No podéis siquiera imaginar, qué tiene preparado vuestro PadreMadre Dios para los santos.

Amén.





25 Septiembre 2010



7,25 a.m.



Jesús:

¿Has comprobado estos días que soy Yo quien requiero que Me escuches, mediante el silencio que has tenido de Mí en tu entendimiento?

Muchas veces, querida Esther, Me hago en vosotros más presente con Mis silencios que con Mi acción.

Mis silencios os sirven para el discernimiento de Mi voluntad.

Para que, cuando llegue Mi luz, la podáis distinguir de la oscuridad.

Porque Yo soy la luz del mundo y la luz de vuestras conciencias.

Ante Mis silencios, aguardad y orad porque llegaré.

Y llegaré con más fuerza que si no hubieseis experimentado el silencio y la aridez.

No temáis a Mis silencios ni os culpéis de no sentirme tan claramente como en los tiempos del consuelo.

No sintáis culpa alguna porque Yo no he dejado ni de amaros ni de poseeros en plenitud, almas en gracia.

Es una pedagogía básica la que tengo que utilizar con vosotros, hijitos tan pequeños: para asimilar el alimento verdadero, habéis de estar un tiempo en ayuno y necesitar la comida.

A su hora exacta Yo iré como alimento de sabiduría a vuestras vidas y quedaréis saciados.

Mis silencios son puro amor.

Entendedlos así y agradeced igualmente los tiempos de alimento y los tiempos de ayuno.

Porque si todo fuera tiempo de alimento o todo fuera tiempo de ayuno vuestra salud se perdería por completo.

Confiad en Mí.

Todo es perfecto.

No temáis.

Aguardad Mi llegada porque llegaré y entraré rebosante para cada uno de vosotros.

Amén.

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