sábado, 15 de octubre de 2011

DICIEMBRE 2009



4 Diciembre 2009



22,00 p.m.



Esther:

Señor, yo no soy monja y si no estoy en un convento y por lo tanto no hay reglas…

¿A quién obedezco?



Jesús:

Tienes Mi voluntad significada, es decir, los mandamientos de la ley de Dios, los consejos evangélicos, y también los acontecimientos que Yo te mande.

Tú obedece a esto.



Jesús me sonríe.

Pero yo estoy agobiada porque me siento muy perdida y también siento que yo no quiero sufrir, no quiero estar enferma.

Cuando estoy enferma lo paso fatal, sobre todo cuando tengo ansiedad.

Me asusto mucho, mucho.

Creo que me puedo morir.

Además me veo con muchas debilidades que lo mismo llegan hasta a ser pecado y que por mis fuerzas no las supero.

Por eso he buscado este libro sobre el abandono a ver como el Señor me hace comprender y yo aprendo a abandonarme y a ser feliz con Él.

Porque hay algo que falla si yo estoy triste amándolo tanto.

Puede ser que no me abandono lo suficiente o quizá que confío demasiado en mis fuerzas y al no tenerlas me vengo abajo.

¡Señor ayúdame!

¡Aquí en nuestra soledad!

Te busco siempre en mi corazón, por eso quiero el silencio.

Quiero estar sola porque así te manifiestas más claro a mí, me ayudas y yo siento Tu amor…



Jesús:

Esther…

¡Te quiero tanto!

Apóyate por completo en Mí.

Si estás tan cansada, deja que Yo te sostenga.

Aunque sigas caminando, pero con Mi brazo soportando todo tu peso.

No temas tanto a Mi voluntad.

Mi voluntad, precisamente es tu felicidad.

¡Qué mal Me entendéis!

¡Qué poco conocéis Mi corazón!

¿Os he creado acaso para martirizaros?

¿Tiene una madre un hijo para destruirlo?

Pues aunque una madre fuese capaz de destrozar la vida y la alegría de un hijo, Yo nunca lo haré.

Yo os he creado para haceros felices, inmensamente felices, tanto en la tierra como en el cielo.

Para que alguien llegue verdaderamente a ser feliz, ha de pasar por tribulaciones.

Pero nunca permitiré una tribulación mayor de la que el alma necesita para ser feliz.

Tus debilidades, Esther, las comprendo, las admito y las perdono porque no hay maldad, porque  no te falta amor.

Y el amor cubre las imperfecciones.

Yo te amo tal y como eres, no temas.

No te alejes de Mí por tus fallos.

Es más, lánzate a Mis brazos toda herida, toda sucia, toda triste.

Porque en Mis brazos encontrarás consuelo y ayuda inestimable para salir de tu tristeza y debilidad.

Deja que Yo te acaricie y te cubra de besos y te cante dulcemente Mi amor.

Porque eres joya preciosa para Mi corazón.

Mi voluntad, Esther, para cada uno de vosotros, es llevaros a las más altas cimas de la gloria.

No temas abandonarte a Mi voluntad aunque no la comprendas, aunque sufras.

Cuando el alma entra en la obediencia y en el amor a Mi voluntad, comienza en ella una liviandad en el peso de la vida.

Comienza ese alma a sentir una felicidad suave, exquisita.

Mi voluntad sobre ti, Esther, es que esperes Mi promesa.

Es que ores constantemente.

Es que vivas de Mí y para Mí.

Yo te deseo en intimidad, no te deseo aún en el mundo.

Quiero embellecerte con Mis propias manos para que cuando sea el momento, tú salgas a la viña con perfumes y ataviada de ricas galas que serán las virtudes que he ido tejiendo en tu alma en estos tiempos de tribulación.

¡No temas hijita Mía!

Acurrúcate en Mí.

Deja que Yo vele toda tu vida porque ni un detalle te faltará.

Como bebé que todo lo necesita, así quiero cuidarte.

Quiero ser Yo quien te alimente, quien te vista, quien te lave, quien te acurruque, quien te bese, quien te enseñe a andar y a hablar.

Y cuando te haya enseñado todo eso, te sacaré en brazos para mostrar a todos a Mi hija preciosa.

Déjame estos largos tiempos de tu vida en nuestra soledad para que Yo te vaya enseñando todas estas cosas.

¡Aprenderás tanto de Mí!



5 Diciembre 2009



22,00 p.m.



Jesús: 

Hay muchas almas orando.

APLAZARÉ EL CASTIGO Y AMPLIARÉ EL MILAGRO.

Vuestras oraciones han ablandado Mi corazón, pero Mi ira ha de impartirse para vuestra purificación.

Os amo y esa es la única finalidad de Mi actuación.

Estad atentos al milagro.

El tiempo será mayor por vuestras fervientes oraciones y muchos, muchos hijos se convertirán.

El castigo sólo recaerá sobre los que se rebelen contra el Gran Milagro.

¡Oh, Esther!

Avisa que todas vuestras lámparas estén encendidas y luminosas para vuestros hermanitos pequeños y débiles en la fe.

¿Me atenderás?

¿Difundirás Mis palabras?

Dilo al director espiritual y a tu amigo argentino, inmediatamente.

Te amo.

Confío en ti.



7 Diciembre 2009



10,20 a.m.



Esther:

¿Por qué la oración de intercesión, Señor, para llevarte almas, si Tú las deseas más que nosotros?



Jesús:

Esther, habéis de pedir al Padre los unos por los otros.

Si lo pedís, el Padre os lo dará, os dará la salvación.

Habéis de hacer como Yo cuando estuve en la tierra, porque Me despojé de todo poder y oraba a Mi Padre para que no os perdierais.

Así vosotros que nada sois y nada tenéis.

Porque si no lo pedís no se os dará.

Y si no hay quien interceda por los que no piden, Mi Padre no dará.

Es necesario que pidáis mucho las almas a las que les concedo el don de la oración y la intercesión.

Vuestros hermanos quedarán salvados por vuestras oraciones.

Porque Mi Padre es generoso en dar y ha estimado que, ante la debilidad de unos, la fortaleza de otros lo suplirá.

Orad sin cesar, por vosotros mismos y por todos los que Yo ponga en vuestro corazón o en vuestro entorno.

Ellos dependen de vuestras oraciones.

Y no dudéis que vuestro Padre siempre os escucha atento y cariñoso deseando de dar lo que pedís.

Amén.



9 Diciembre 2009



En misa en la comunión.



El tiempo es el exactamente fijado, pero tendré mucha más misericordia en atención a los justos que he hallado.

Seguid orando más que nunca.

Convertíos en este tiempo de gracia que aún queda.

Llegaré pronto y lleno de amor por vosotros, mis hijos fieles.

No desfallezcáis, ahora menos que nunca.

Satanás será definitivamente derrotado y mis hijos gozarán del edén esperado y prometido.

AMEN.



12 Diciembre 2009



3,56 a.m.



He estado rezando el Oficio Divino y tengo pena porque sé que mi amiga del alma esta caída y triste y estoy diciéndole al Señor que si Él quiere decirme algo para ella, para ayudarla, pues que yo estoy aquí para escuchar.



Jesús:

Esther, debes pedirme por todos tus hermanos.

No tengas miedo de preguntarme, no haces nada malo.

Has leído esta noche que Moisés salió a la brecha para hablar con Dios e interceder por el pueblo.

Así tú, querida hija, sal tú a Mi encuentro y cónsultame e intercede por tus hermanos, que Yo tendré alta misericordia.



Esther:

¿Qué le pasa a mi amiga, Señor, que ha perdido la alegría?



Jesús:

Ella está entrando en la humildad como Yo deseo.

Le hago ver su impotencia incluso para cosas mínimas: guardar recogimiento, hacer ayunos…

El camino hacia la santidad ha de descender todos los escalones hasta tocar el polvo, saberse nada y desde allí comenzar a subir sin peso alguno porque nada sois.

Ella está bajando hacia la nada y ha de saber que esto es mucho más real que cuando cree que todo lo puede, como hace unos días.

En el abajamiento que Yo permito para vuestra santidad acompaño momentos de gran fortaleza y alegría para que os sostengan en la siguiente bajada de escalón.

Dile de Mi parte:

“Debes, querida hija, seguir bajando en humildad y aunque pienses que nada puedes conseguir, Me es mucho más importante la conciencia de tu pequeñez, de tu debilidad, de tu nada… que el ayuno.

Y cuando llegues a saber que no eres absolutamente nada, entonces podré actuar en ti y serás todo porque Yo lo soy todo.

Sigue en humildad, sigue en amor, sigue en pobreza y desprendimiento.

Eso Me es muy agradable.

Y comienza a cada instante sin darte por vencida.

Cuando caigas, no te dejes desalentar por el enemigo, antes bien, levanta tus ojos y mírame en la cruz porque es tanto Mi amor por ti, que un amor crucificado lo da todo por su amada.

Así que…

¡Ánimo, mi hijita!

Ánimo porque estás en el camino de la santidad, pese a todo lo que intenta hacerte creer el enemigo.

Es cierto que no puedes ser perfecta, pero eso lo sé.

Ahora, sí puedes intentar constantemente serlo y tu intención pura y limpia de querer hacer todo según Mi beneplácito te lo refutaré con toda justicia como si la obra se hubiese consumado en perfección.

Te amo hija.

Te amo profundamente.

Sigo contando contigo en todo”.

Amén.



13 Diciembre 2009



15,24 p.m.



Esther:

Estoy muy feliz.

Te quiero  mucho, Jesús.

¿Qué debo yo cambiar en mi corazón?

Jesús:

Lo que Yo te pido es que te abandones completamente a Mi corazón.



Esther:

Señor, y…

¿Cómo se hace eso?

¿Cómo me abandono completamente a Tu corazón?



Jesús:

Esther, el abandono a Mi voluntad es dormir en Mí, esperarlo todo de Mí, saber que Yo soy el que todo lo puede.

No es que tú no hagas nada, sino que tú hagas Mi voluntad.

¿Y cómo saber Mi voluntad?

En oración constante, en el seguimiento a las mociones del Espíritu Santo en ti, no juzgar nunca a nadie, amarme a Mí sobre todas las cosas y al prójimo como a ti misma.

En eso estriba Mi voluntad, Mi santa voluntad.

¡Oh Mis niños!

¡Como quiero que durmáis en Mi regazo haciendo Mi voluntad!

Mi voluntad no es costosa.

Mi voluntad es un descanso para el alma.

Todo es fácil porque soy Yo el que hago Mi voluntad si Me dejáis hacerla en vosotros.

Mi voluntad es sabiduría.

Mi voluntad es verdad.

Mi voluntad es todo amor para Mis hijos.

Esther, alza tu voz al cielo y pide que en ti se haga Mi voluntad, porque Mi voluntad es excelsa para ti y para todos Mis hijos.

Nada os importen los tiempos de tribulación porque el sol saldrá, porque la dicha llegará si perseveráis en hacer Mi voluntad.

Mi voluntad os hace libres del mundo.

Mi voluntad rompe todo tipo de cadenas.

Hacer Mi voluntad, Esther, es cumplir todos los mandamientos.

Pedidme luz porque os la daré para haceros ver Mi voluntad en cada uno de vosotros.

El verdadero amor de Mi corazón es Jerusalén, Mi pueblo elegido, Mi pueblo predilecto, Mi esposa santa y bellísima a Mis ojos.

Tú, esposa Mía, busca siempre hacer Mi voluntad, porque al amarte infinitamente como te amo, Mi voluntad es tu profunda felicidad.

El que ama desea la felicidad del amado.

Así Yo, que deseo la perpetua felicidad de Mi esposa amada, cada alma fiel a Mi corazón.

Proclama a los vientos tanto amor.

Tanta predilección.

Tanta delicadeza.

Proclama que soy el esposo amante de Mi amada.

Que ningún alma se sienta pequeña ante Mí porque Mi amor es tan grande, que si ella se entrega en humildad, lejos de ser pequeña, es enormemente bella ante Mis ojos.

¿Sabéis cuánto os amo?

¿Podéis imaginar siquiera como puede amar Dios?

¿Habéis pensado hasta que punto os amo que he bajado a la tierra, al punto minúsculo del universo, porque allí estaba Mi amada?

Nada Me importaba la pequeñez de Mi amada ante el universo magnífico.

Buscaba su amor y encuentro el amor de Mi amada criatura y Me deshago en lindezas con ella.

Soy un Dios poderoso, todopoderoso, que todo lo quiere para su amada.

No tengo límites en Mi amor.

Todo lo quiero dar a Mi amada y Mi amada eres tú, quien Me lee en este momento, quien escucha Mis palabras ardientes, de fuego inextinguible, por ti.

¡Oh amada Mía!

¡Como deseo tus amores para Conmigo!

¡Como Me postro ante ti por el amor que te tengo!

¡No Me ignores, no pases de largo ante tanto amor!

Yo lo tengo todo para ti.

Nadie se equipara a Mi grandiosidad en el dar.

¡Oh amada Mía!

¡Responde a Mi amor porque muero por ti!

Estaré esperando eternamente tu amor.

Sí, el tuyo, el de quien lee en este momento estas palabras dirigidas a Esther porque necesito que alguien grite Mi propia voz de amor.

¡Oh amada Mía!

Levántame de Mi postración ante ti, dime que Me amas.

Consuela Mi corazón y dime que nunca jamás encontraste un amor como el Mío.

Y eso calmará Mi sed de amor.

Y Yo te bendeciré.

Y Yo te haré una Conmigo.

Y habitarás en el cielo de Mi Padre junto a Mí eternamente.

Amén.



15 Diciembre 2009



0,40 a.m.



Invoco al Espíritu Santo con todo mi corazón y con todo mi ser porque hay una cuestión que me angustia mucho y sobre la que me asaltan las dudas: es sobre las maldiciones generacionales.

Estuve en el retiro del padre J.M que habló de que nosotros cogemos la maldición por los pecados de nuestros antepasados hasta, al menos, la cuarta generación y que esa es la razón de muchas de nuestras enfermedades (cáncer, alcoholismo, angustia, depresión…)

Este sacerdote despedía aromas, pero a mí ese olor no me resultaba para nada agradable.

Tanto que pensé que sería un sacerdote muy pobre y se habría echado una colonia de muy mala calidad, y que esa era la razón de que oliera tan mal.

Luego me dijeron que expulsaba aromas de santidad.

Me dijeron que observara al celebrar la Eucaristía cómo tenia los estigmas en las manos.

Y yo miré y lo único que pude ver eran dos rajas, como las que todos tenemos en las palmas de las manos, pero muy marcadas.

Y dijeron que eran estigmas, pero claro, los estigmas son las marcas de los clavos de la cruz de Cristo y eso eran dos rajas nada más.

La gente acude en masa a sus retiros por toda Europa atraídos por estos signos que dicen, que son de santidad, comparando a este sacerdote con el Padre Pío.

Y sus prédicas me alejaron del Amor de Dios porque no se hablaba de la Misericordia.

Sólo se nos atiborraba de culpabilidad propia y ajena (Nuestros pecados y los de nuestros antepasados familiares).

En fin, estoy aquí en oración y le quiero preguntar al Señor y a Dios Padre y al Espíritu Santo qué ocurre con las maldiciones generacionales.

Si estamos o no, sujetos a los pecados de nuestros antepasados y hemos de tener una visión y una actitud muy diferente a si cada uno responde solo por su propio pecado.

Señor Jesús, te suplico con una pobreza grandísima que este tema me lo aclares para que yo sepa la verdad de todo esto.

Y me esclarezcas por qué me está causando tanta desazón e inquietud este tema.

Te lo pido con todo mi corazón Señor y con toda mi pobreza.

Y como tengo tan poco entendimiento Señor, dámelo Tú si Tú quieres. Y si no, no me hables del tema.

Lo que Tú quieras Señor.



Jesús:

Esther, no tienes que preocuparte por los pecados de tus antepasados.

Sobre ti no recae su pecado, ni sobre nadie.

No existe, ni Yo permitiría la maldición intergeneracional.

No sería misericordioso.

¿Cómo acusar a un hijo recién nacido de los pecados de sus generaciones?

No habría quien se salvase, querida Esther.

Es una falsedad lo que proclaman muchos sacerdotes, entre ellos el padre J.M. al que amo con todo Mi corazón.

Pero él está equivocado.

Yo quito las culpas, no las echo encima de Mis pequeños hijos.

No creas en las maldiciones intergeneracionales.

No creas que ese es Mi corazón.

Ni Mi actitud.

Ni Mi misericordia.

Tú, hija Mía, solo responderás de tus acciones ante Mí, pero no cargarás con los pecados de tus anteriores generaciones.



Esther:

Señor Jesús, entonces…

¿Por qué echaba esos aromas el sacerdote?

¿Por qué se le abría una raja en la mano, o quizá la tenía siempre?

¿Qué fue eso que me producía tanto rechazo?

¿Por qué estuve tan enferma el día anterior a salir de viaje para ese retiro, que a punto estuve de tener que quedarme en casa?

¿A qué se debió que, la primera noche que dormí en aquella residencia, unas sombras negras espantosas me movieran la cama con tanta rabia y al final una especie de gato enorme, saltara sobre mí y me dejara el rostro congelado, como lleno de nieve?

¿Qué es todo esto, Jesús?



Jesús:

Esther querida, los aromas no son Míos.

Los hace el maligno para confundir a las almas.

Hasta eso permito que llegue a realizar.

Que un sacerdote que quiere ser santo pero que está confundido y engañado, desprenda aromas.

Tú, Mi hija querida has podido ver cuán desagradable te es ese aroma.

Te he permitido que así lo notes.

Así que, hija Mía de Mi corazón, no tengas ningún miedo a proclamar que no existen maldiciones intergeneracionales.

Que Yo no permito ninguna maldición sobre Mis pequeños hijos.

Ese aroma, justo ese aroma tan pesado que tú has olido, no es santo, no viene del cielo.

Viene de la gran confusión, viene del maligno.

No temas por estas palabras, hija Mía.

Tienes que ser fuerte y acabar con el maligno en la presencia de ciertas personas.

¡Oh, Esther querida, que misión te encargo!

No tengas miedo de que sea tu imaginación o el demonio quien te dice estas palabras.

Soy Yo, tu eterno amor, tu Jesús de Nazaret, que viendo una gran pobreza en tu alma y una disposición para escucharme, Me lanzo a hablarte y a darte medicinas para todos Mis hijos.

Confía en Mí, ten mucho amor a Mi corazón y cumple Mi mensaje.

Amén.



Pido corroboración

Libro sor Josefa Menéndez

Pag 166.

Quiero servirme de ti para una obra

grande.

¿Estás dispuesta a serme fiel?

Has de traerme a Mi corazón

una comunidad que se ha alejado.

17 Diciembre 2009



10,30 a.m.



He llamado a mi director espiritual para contarle lo que me dijo el Señor sobre las maldiciones intergeneracionales.

Y me ha dicho que lo que me ha explicado Jesús es lo que viene en la Biblia. Y que, de hecho, eso de las maldiciones es algo condenado incluso como herejía. Que es una atrocidad lo que va predicando en retiros este otro sacerdote.



He roto a llorar de alegría porque Jesús existe, está vivo, presente,  ayudándome.

Y yo ya solo quiero hacerlo feliz y darle gloria con mi vida, con una gran pobreza y muchas faltas.



 Y Él me ha dicho:

Esther, recoge las palabras que quiero decirte.



Y así lo hago.



Jesús:

Esther querida, Mis palabras son de amor y de ternura para ti y para quien consuela Mi corazón.

Está muy cercana la Navidad.

Quiero que este año la vivas en íntima unión Conmigo, porque tú, como María, me llevas dentro de ti.

 Y quiero que me cuides.

¿Cómo sería una Navidad si todos os amarais como Yo os amo?

Os aseguro que estaríais viviendo en el cielo aquí en la tierra.

Porque el cielo es amor y Yo he querido hablaros de que podéis gozar ya aquí en la tierra del propio cielo si os amáis los unos a los otros.

El amor todo lo puede.

El amor es la vida eterna.

Pequeñitos míos…

¡Aprended de Mí a amaros los unos a los otros!

Yo, como niño pequeño que vengo a vosotros, quiero ser mecido en vuestro corazón, abrazado y cuidado.

Derramad vuestro amor sobre Mí, tan pequeño, tan indefenso, tan lleno de amor…

Soy un bebé que me dejo hacer lo que queráis Conmigo, cada uno de vosotros.

Si Me queréis cuidar, alimentar de amor, sonreírme, jugar conmigo, abrazarme…

Yo Me dejaré.

Pero si queréis ignorarme, despreciarme, dejarme helado de frio, mirarme de malos modos e incluso abandonarme…

También Me dejaré.

Imaginadme en esta Navidad como lo que  verdaderamente quise ser para ganar vuestro amor:

Un niño muy pequeño, necesitado de la cercanía de Mis más amados.

Lleva este mensaje, Esther, a todos.

Diles que esta Navidad llamo a vuestras puertas siendo muy pequeño.

Ni siquiera puedo golpear la puerta porque acabo de nacer para vosotros y estoy en una canastilla a los pies de la entrada de vuestra casa.

Oiréis Mi llanto de amor pidiendo que Me abráis y me deis cariño.

Si no Me abrís, moriré de frio ante vosotros.

Pero si Me abrís, y Me lleváis dentro de vuestras casas, que son vuestros corazones…

Yo seré vuestra delicia.

Seré vuestra alegría.

Seré vuestro tesoro.

Sabed todos que estaré a las puertas en esa canastilla humilde.

Preparad, si queréis, vuestras casas con toda la ternura que necesita un bebé, porque tened por seguro que Yo estaré a vuestras puertas por si queréis invitarme a entrar.

OS AMO A TODA LA HUMANIDAD.

AMÉN.



19 Diciembre 2009



14,30 p.m.



Me ha dicho el Señor que apague la música para escucharlo a Él, porque ya me estaba hablando.

Y me ha preguntado…



Jesús:

¿Tú crees, Esther, que Yo soy un Dios celoso?



Esther:

Sí Señor, porque así se dice en la Biblia.



Jesús:

Soy celoso de quien te aparte de Mí, pero no soy celoso de quien te acerque a Mí.

Aquellas criaturas que te llevan más a amarme, deseo que estén en tu vida y que tú las ames.

El sentido de que Yo soy un Dios celoso no es que os quiera exclusivamente para Mí, sino que os quiero profundamente, para los demás, en Mí.

A algunas almas que no eran capaces de vivir en el mundo, Yo las he llamado a la clausura y a dirigir todo su amor hacia Mí.

Pero a otras almas las dejo en el mundo para que su amor por Mí se distribuya a los demás.

No temas nada, Esther, nada, de amar a tus semejantes.

Yo no tengo celos de ellos.

Tú cumples Mi deseo amando a los demás.

Intenta comprender Mi corazón:

Mi corazón es familia.

Mi corazón es Trinidad.

Mi corazón ama apasionadamente a la humanidad y quiero que tú ames como Yo.

Y si te doy un hijo y un esposo y unos padres y unos amigos, y unos conocidos…

Quiero que los ames como Yo los amo.

No reserves tu amor sólo para Mí porque sería un amor muy pobre, Esther.

Ama con toda tu pasión a la humanidad como Yo amo con toda Mi pasión a la humanidad.

Descansa en MÍ.

Quiero que sepas que Mi deseo es que améis con un amor desbordado a todos los que Yo os ponga en vuestras vidas.

No defraudéis Mi amor.

No os engañe el maligno diciéndoos que solo debéis amarme a Mí porque Mi mandamiento es mucho más amplio:

Amad a vuestro Dios sobre todas las cosas y a vuestro prójimo como a vosotros mismos.

Así pues, querida Esther, ama con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con todo tu ser a tus hermanos y así Yo estaré amando, en ti, a Mis hijos.

Si tu amas Yo estoy amando.

Si tú no amas, sepultas Mi corazón de amor para los demás.

Amén.



23 Diciembre 2009



15,31 p.m.



Quiero escribirle una carta a Jesús porque va a venir mañana.

Y quiero que venga a mi corazón.

Y quiero que venga cargado de regalos, con las manos llenas para mi alma porque estoy muy necesitada de Él.

A quien quiero realmente es a Jesús, pero sé que con Él vienen bondades, perdones, consolaciones…

Y yo llevo un tiempo pasándolo muy mal y quiero pedirle en esta Navidad que venga cargado para mí y para los míos.



Querido Niño Jesús:

Sabes que llevo un tiempo con miedos, con dolores, con mareos, con tristeza, con apatía, con desgana y con faltas hacia Tu corazón.

Por eso, sabiendo que vienes y que deseas que te reciba en mÍ, aprovecho completamente Tu amor y Tu bondad, para pedirte que me sanes profundamente de cuerpo, de alma y de espíritu.

Necesito, Señor, Tu luz.

Necesito que yo doblegue mi voluntad para entregartela y todavía, Señor, hay días en que todo eso  me cuesta mucho y no se siquiera si llego a doblegarla.

Porque Tú eres bueno y no me regañas sino que cuando te digo que estoy tan cansada, me recoges en Ti y me dices que mañana será otro día.

Pero yo quisiera, Señor, ser activa y estar completamente a tu servicio.

Señor Jesús, quiero que cuando vengas esta Navidad, te quedes tan en mí que ya nunca te alejes, nunca te vayas, nunca note tu ausencia.

Me cuesta mucho verte como niño indefenso, porque yo, Señor, sé que eres todopoderoso pero humilde.

Me es más fácil verte en la cruz o verte resucitado. Pero haré un esfuerzo por acogerte como un bebé recién nacido y hacerte también mío.

Yo, Señor, tengo tantas carencias, tantas faltas, tanta pobreza en mi ser, que últimamente no me atrevo ni a pedir.

Pero en esta situación tan especial de Navidad, de Nochebuena, hoy sí que te voy a pedir porque me sanes, porque cuides a mi hijo de todo mal, de toda intrusión del enemigo, de toda envidia y de toda locura.

Que lo libres, Señor, de la depresión.

Que su gozo en el amor sea tuyo y completo.

Y que dispongas en su vida según Tu voluntad.

Te pido por todos los enfermos, por todos los que sufren, por todos los que no tienen fe, por todos los pecadores, Señor, por todos los sacerdotes de la Iglesia.

¡Ven señor Jesús!

¡Ven señor Jesús!

No solo en el recuerdo de Tu venida en carne y en humildad, sino que te pido, Señor que vengas y arregles este mundo tan triste en el que estamos viviendo.

Te lo pido, Señor, con todo mi corazón.

Amén.



24 Diciembre 2009



10,33 a.m.



Jesús:

Esther, vengo loco de amor.

Espero ser recibido y sé que seré muy bien recibido en algunos corazones en los que Me deleito.

¡Oh Esther Mía!

¡Si supierais Quién es el que viene esta noche!

El velo de la fe me mantiene separado para no asustaros.

Vengo con todo poder para sanar, cuidar, bendecir, alegrar, amar…

Quiero dar.

Deseo dar.

Y dar todo lo Mío, todo lo que tengo.

Hasta Mi divinidad os la quiero regalar en plenitud.



No tengáis ningún miedo a abrir vuestras puertas porque Yo, esta Navidad, si Me abrís sincera y humildemente, entraré con tal ímpetu, con tal fuerza, que invadiré de amor todo vuestro ser.

Dadme la oportunidad de amaros y de que sintáis Mi amor.

Porque el gran mandamiento de Mi Padre es que os dejéis amar.

Yo conozco vuestra flaqueza en el amor, en la voluntad, en la esperanza, en la fe.

Por eso Me hice niño, para poder estar de Tú a tú con cada uno de vosotros.

Me hice débil, pobre, azotado, despreciado, ridiculizado, sólo para que Me vierais como a un igual y así Me amarais.

Porque Yo necesito de vuestro amor.

Necesito recibir de vosotros el amor.

No falta nada a Mi felicidad pero Mi amor es tan infinito, que Mi delicia y Mi deseo es que, reconociendo cómo os amo, vosotros Me correspondáis con vuestro amor.

Si, Esther, lo oíste bien anoche.

Hice el ridículo por ti cuando me dejé crucificar, mofar, insultar y matar.

No hay mayor ridículo que el que voluntariamente se deja vejar por amor.

Y ese ridículo, Esther, fue para que hasta la criatura más torpe y más alejada pudiera comprender que eso sólo lo puede hacer alguien que ama apasionadamente, locamente a otro.

Y Yo, tanto en Mi nacimiento como en Mi vida y sobre todo en Mi pasión y muerte, quise llegar al ridículo ante el mundo para que el mundo pudiera descubrir cuán grande es Mi amor por cada uno de vosotros.

Cada vez que celebráis la Navidad con fe, vuelvo a entrar en vuestros corazones con una fuerza nueva, con una vida nueva para cada uno de vosotros.

No recordéis solamente lo que pasó en Belén.

Vivid este nacimiento Mío en lo más profundo de vuestro ser.

Porque Yo vuelvo a nacer, vuelvo a entregarme, vuelvo a morir por amor.

Anuncia, querida Esther, Mi pequeño cuerpo recién nacido y la inmensidad de Mi corazón, que por ser tan grande se ha hecho niño.

Porque a un niño es más difícil rechazarlo que a un crucificado.

Así pues, a las almas débiles, háblales de Mí como infante, como niño desvalido que necesita ser cuidado y amado.

Yo, Esther, sigo siendo niño, siempre seré niño porque soy sencillo y humilde y sobre todo soy niño porque necesito vuestro amor.

Y un niño no puede subsistir sin amor.

¡Qué descanso siento en ti, pequeña hija Mía!

Tú escuchas Mis ardientes gemidos de tristeza por quienes no Me corresponden.

Estoy en tu corazón descansando como niño que esta misma noche se hará ver para tu alma.

Te pido, Esther, que sigas siendo niña para entenderme, para consolarme, para compartir Conmigo tus juegos, tus llantos, tus deseos…

Yo soy el niño todopoderoso, todo amor, todo sabiduría.

Tenedme presente en todo momento porque estoy vivo en vosotros.

Yo sostengo vuestra vida y os quiero llevar a Mí y gozar mutuamente de nuestro amor por toda la eternidad.

¡Amadme, os lo suplico, amadme!

Porque en vuestro amor por Mí, está la felicidad plena, eterna y rebosante.

Amén.





26 Diciembre 2009



4,00 a.m.



No sé si el Señor me está llamando.

Quiero dejar constancia de que he pasado un día terrible, con una desolación inmensa, con dolor de alma, con tinieblas, con oscuridad, enferma, débil…

Sin embargo ahora me encuentro muy bien.

El Señor me ha ido regalando, a través de lecturas un gran descanso en Su providencia.

Un libro que se llama “El abandono en Dios” del padre Ángel Peña, me ha llevado muchísimo a la oración y al descanso en Dios en la aceptación de mis sufrimientos.

Entonces me acosté y he estado conversando mucho con Jesús.

Él me hablaba y me regalaba imágenes.

La que más se me ha quedado ha sido que la Virgen María vestida de blanco y con manto azul, me ha ido adornando, me ha ido vistiendo y colocando guirnaldas en mi cabeza.

Toda yo estaba vestida de blanco.

Y yo era muy bella.

Y estaba Jesús enfrente, bellísimo, resplandeciente.

También de blanco y luz.

Y yo me he arrodillado a sus pies.

Él me ha dicho que me levante pero yo no me podía levantar por ser tanta mi pobreza y mi amor por Él.

Y la Virgen con mucho amor y alegría me ha dicho:

¡Anda, levántate!

Y prácticamente ha sido María quien me ha entregado a los brazos de Jesús.

Y Él me ha abrazado y me ha dicho que soy bellísima para Él, que mi alma es muy bella, que me ama mucho.

No he comprendido el porqué de mi sufrimiento, pero lo he aceptado y me he alegrado por sufrir.

He descansado en la Voluntad de Dios, en que Él, amándome tanto como me ha hecho ver en esas conversaciones y visiones, si está permitiendo un sufrimiento tan fuerte como el que he tenido hoy, desde luego es porque va a sacar algo buenísimo de mí.

Y eso me conforta.

Amando incluso el sufrimiento que Él me da porque viene de su mano y es para un bien enorme.

Y era tanto mi gozo en la cama conversando con Jesús, mi alegría era tan alta, que no podía dormir, solo gozar.

Me he levantado y he seguido en oración y bordando.

Luego he rezado parte del Rosario y el Oficio Divino.

Y miro ahora mismo la foto de la Santa Faz de Jesús y lo veo mucho más alegre que antes.

O quizá soy yo la que está mejor.

Y Él está en silencio, pero siento en mi corazón como que quiere hablarme, o quizá ya me lo ha dicho todo.

Invoco al Espíritu Santo para que yo esté llena del amor de Dios y del Espíritu de Dios y no intervenga nadie más que Él.

Y me mantengo en adoración por si Él me quiere decir algo que pueda servirle a algún alma que esté sufriendo tanto como yo, o más.



Jesús:

Esther…

¡Hijita mía!

El sufrimiento es un gran tesoro.

En un día de sufrimiento avanzáis hacia la santidad más que en años de gozo.

Tan solo un día aceptado y amado, porque viene de Mi mano, os hace subir velozmente a Mi corazón.

No temáis al sufrimiento, ni al desprecio, ni al abandono, ni a la soledad.

Temed más bien el quedaros dormidos en el camino hacia el cielo.

Porque el que duerme no sufre, pero no avanza.

Y el camino hacia el cielo es empinado.

Por eso cuesta.

Pero cuando se va llegando a la cima, se observan unos paisajes maravillosos y al final estoy Yo que os aúpo, os abrazo y os consuelo del esfuerzo que hacéis por subir con vuestra mirada fija en Mi corazón y ofreciendo cualquier esfuerzo, cualquier paso en esa escalada tan escarpada que a veces se presenta.

Esther, Mi corazón ya es tuyo.

Quiero tu corazón para mí.

Me he enamorado de tu belleza que se manifiesta en tu obediencia y docilidad.

Sigue caminando, sigue ascendiendo.

Y no temas nada porque Yo vigilo cada paso y recojo cada suspiro que das.

Soy Yo el que te espera con los brazos abiertos.

Por eso, como Mi deseo de ti es tan fuerte, acelero tu subida con tribulaciones y sufrimientos porque así estás más cerca de Mí que si el camino tuvieras que hacerlo en llano dando vueltas a la montaña.

Este día de hoy es un día glorioso.

Tus lágrimas han sido recogidas como auténticos tesoros para Mi corazón.

Y Yo los distribuiré sobre el mundo.

Sigue así, amada mía.

Sigue luchando para llegar a Mis brazos.

Verás cómo no permitiré ningún esfuerzo mayor a tus posibilidades.

Y cuando sea necesario te daré un descanso para que tus fuerzas se reanimen y continúes acercándote más y más.

Os espero a todos en la cima de la santidad donde estoy Yo, el Santo, el único Digno de alabanza y honor.

Pero ahí, justo ahí os quiero a vosotros.

Os quiero también con Mi dignidad.

Porque no Me desentiendo de ninguno de Mis hijos.

Los voy llevando a Mí.

Amén.



28 Diciembre 2009



15,43 p.m.



Espíritu Santo:

Querida hijita, me agrada tu disposición para escuchar los deseos de Jesús.

El es todo amor, toda bondad, toda ternura para  vosotros.

¡Oh, Mis queridos hijos!

¡Qué chiquititos sois!

¡Qué necesidad tenéis del Espíritu Consolador que os alienta y os fortalece en todo trance!

¡Acudid a Mí!

¡Llamadme porque siempre vengo!

Soy la promesa del Padre para vosotros.

Estherita querida, tenme siempre en tu corazón porque Yo te amo como persona indivisa y al mismo tiempo único Dios, de las otras dos Personas Divinas: Padre e Hijo.

¡Acudid a Mí, al Espíritu Santo de Dios!

Porque en Mí tenéis toda sabiduría, todo poder, toda alabanza a Dios.

Porque Yo alabo en vuestro nombre, pido en vuestro nombre, gimo en vuestro nombre.

¡Llamadme para que Yo os ayude!

Yo soy la Misericordia y el Amor.

Yo soy el aliento de vida.

Yo soy el que sostiene al débil.

Yo me gozo en dar.

Soy todo don. 

Descansad en Mí y coged de Mí todo cuanto necesitéis.

No dudéis de Mi poder.

No dudéis de Mi amor por vosotros.

Amad al Espíritu Santo de Dios.

Porque Yo soy amor, puro amor, nada más que amor.

Soy amor infinito.

Lleno de dones y de sabiduría.

Escuchad Mis mociones al interior del alma porque Yo siempre estoy actuando, impulsando, moviendo vuestros corazones para la santidad y el amor.



30 Diciembre 2009



20,39 p.m.



Esther:

Estaba rezando el Rosario de san Antonio después del Rosario normal y las Vísperas. Le pido al Señor que me ayude a orar porque me distraigo mucho.

Esta mañana, Jesús, cuando he ido a la Eucaristía y de nuevo me he encontrado tan débil, a punto de desvanecerme, he comenzado a gritarte, a gritarte, a gritarte:

¡Jesús sáname, Jesús sálvame, Jesús libérame!

¡Señor Jesús, ten compasión de mí!

¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Y Te he dicho, Jesús, que voy a gritarte como aquellos enfermos que, cuando Tú estuviste en la tierra, Te increpaban y no Te dejaban en paz hasta que los atendías.

Y yo Te he gritado por las calles, sin pronunciar palabra, pero mi corazón era un puro grito:

¡Donde estés, en el cielo o junto a mí, sáname Jesús de tanta debilidad, de tantos miedos, del dolor tan grande que estoy pasando!

Pero hágase Tu voluntad, Señor.

Si no quieres ponerme buena, dame fortaleza para llevarlo con alegría, no con este decaimiento y este temor, Señor.

Y estás conmigo muy callado.

También has retirado Tu palabra de mí.

Y pienso que estoy pasando una noche oscura.

Y he decidido Señor, que mientras tenga fuerza, lo que voy a hacer es orar e implorar para que me pongas fuerte para servirte y también orar por las personas que están sufriendo y necesitan mucho de Ti, Señor.

Y también Jesús te quiero decir que corrijas todo lo que yo hago mal.

Que me des luz para saber si ando por el camino correcto o no.

Espíritu Santo querido, en esta tarde de oración invádeme con Tu luz, con Tu sabiduría, con Tu amor, con Tu paz.

Ven a mí, Espíritu Santo querido.

Sostenme en mi debilidad, sostenme.

Virgen María, bendita Mamá de mi corazón.

No me desampares ni un segundo.

No me sueltes de la mano que me voy a caer.

Ayúdame Madre, siempre junto a mí.

No te alejes nada, nada de mí.

Jesús querido, sigo enamorada profundamente de ti.

Aunque no te siento como antes, se que estás en mí y que me quieres igual que cuando yo notaba que me querías mucho.

Ten compasión de mí, Jesús, sáname, libérame, purifícame Señor.

Ten compasión de mí.



Jesús:

Esther, escucho todas tus plegarias.

Están Mis oídos atentos a tus suplicas.

Todo lo recojo en Mi corazón.

Nada que tú me pides cae en el vacío.

En los momentos de tanto sufrimiento estoy aun mucho más unido a ti, inseparablemente fundido contigo.

Porque el amor sufre.

Y Yo soy Amor.

Y Yo soy el gran sufriente de la humanidad.

Compartes Conmigo Mi dolor y Mi amor.

No tengas miedo querida hijita, querida esposa.

No te asuste el aire porque es solo aire y viento.

No tocará tus raíces.

Confía en Mí porque Yo en un segundo calmo las tempestades que se abaten sobre tu pequeña alma. Yo soy el dueño de los acontecimientos.

Si algo, Esther, permito en ti es por puro don, por puro amor, para hacerte más santa.

Así que, recibe de Mi mano cuanto te dé.

Y no tengas ningún miedo porque con una mano te doy el sufrimiento y con la otra mano te doy la gracia.

Acompáñame.

Ofrece todos tus sufrimientos por la salvación de Mis hijos pecadores.

Porque tus sufrimientos Esther, son dignamente  aceptados por el Padre que todo lo ve, que todo lo conoce.

Tus ofrecimientos Esther, llegan al cielo, directamente al corazón del Padre.

Pero no temas, te lo repito, no temas.

Yo estoy Contigo muy unido.

Mi Madre te lleva en los brazos y nadie te hará daño, te lo aseguro, nadie.

Nada te ocurrirá en la salud porque Yo soy la salud.

Nada ocurrirá con tu fe porque Yo, en esta tribulación, fortalezco enormemente tu fe.

No estás perdiendo la esperanza aunque solo ves nubes negras, porque Yo te haré ver enseguida rayos de luz que atravesarán las tinieblas e iluminarán tus ojos.

Porque por encima de las tinieblas está el sol radiante de belleza esperando calentarte y llenarte de júbilo.

Confía en Mí.

Confía en Mí.

Dulce hijita de Mi corazón…

Sé todo lo que estás pasando….

Mi pequeña cirinea…

¡Cuánto agradezco tu ayuda!

Serás colmada de bendición.

Mis manos ensangrentadas te acariciarán y Mi sangre purificadora y vivificante, al rozar tus mejillas te sanará por completo el cuerpo y el alma.

Pedidme que os acaricie con las manos tal y como las llagaron vuestros hermanos.

Porque esas caricias os impregnarán de Mi sangre, de Mi propia vida, de Mi propio amor por vosotros.

Esa sangre os hará de pantalla protectora frente al enemigo.

Estherita querida…

No dejes de anunciar con tu vida Mi amor por vosotros.

Necesito espejos que reflejen Mi rostro para la humanidad.

Y esos espejos, cuanto más pulidos estén, mejor reflejan Mi verdadera faz.

Y Mi faz es Amor.

Estoy contigo.

Camino contigo.

Yo sostengo tu cruz.

Yo sostengo tu vida.

Yo soy el que soy.

Lo soy todo.

Soy la eternidad.

Hijitos Míos…

Queridos Míos…

¡Deseo tanto teneros entre Mis brazos!

¡Deseo tanto acariciaros, estrecharos contra Mi pecho!

¡Venid a Mí todos los que estáis sufriendo!

¡Venid que os cure, que os sane, que os cobije!

¡Os estoy esperando!

Amén.














No hay comentarios:

Publicar un comentario