sábado, 15 de octubre de 2011

MARZO 2010



4 Marzo 2010



8,06 a.m.



Dios Padre:

Preparo tu alma para que Me recibas y escuches Mi voz.

Soy un Dios que desea con todo su corazón comunicarse con sus hijos queridos.

Por eso os pido tiempo para Mí.

Tiempo de silencio, de recogimiento, de sosiego…

Yo estoy con vosotros.

Vosotros estáis en Mí.

Pero si no Me buscáis, no Me encontrareis.

Y yo deseo que Me busquéis en vuestro interior.

Vuelvo a repetiros que no soy vuestros pensamientos sino que vuestros pensamientos los produzco Yo para que sepáis que os amo.

Hijitos Míos, deseo que deseéis escuchar Mi voz porque Mi voz transmitirá Mi sabiduría y podréis guiar vuestras vidas recta y felizmente.

A veces, la oración cuesta un esfuerzo por vuestra parte, pero…

¡Es tan grande el don que recibiréis si oráis, si os dirigís a Mí con amor, si descansáis en Mi seno!

Mi Espíritu Santo os enseñará a orar si se lo pedís.

Mi Espíritu Santo os llevará a cada uno de vosotros por el camino más idóneo y más adecuado a vuestra personalidad para encontrarme en vuestro interior.

¡Yo soy el Don de todos los dones!

¡Yo lo poseo todo y tengo tanto deseo por donar, por colmaros!

No son palabras vanas las que digo, son palabras de Vida.

Acudid a Mí en toda necesidad.

Escuchadme hijitos:

Tengo hijos de muchas clases, y todos son muy amados por Mí.

Hay hijos que se acercan a su Padre con mucho respeto, con mucha seriedad, con mucho sacrificio.

Ellos Me complacen porque sé de su forma de ser.

Hay otros hijitos que se acercan a Mí jugando, y Me piden compartir sus juegos.

Con ellos Me deleito en sonrisas.

Hay otros hijos que se acercan a Mí para pedirme por sus necesidades y las de los demás.

A ellos también los amo y comprendo porque son almas sufrientes que necesitan constantemente de Mi consuelo.

Hay otros hijos que Me hacen continuamente sonreír porque su forma de dirigirse a Mi corazón es siempre festiva e incluso jocosa.

A ellos se dirige Mi semblante sonriente porque también los amo con todo Mi corazón.

Y hay hijos tan humildes, que al acercarse a su Padre, no se atreven ni siquiera a levantar su mirada por saberse muy pequeños ante Mí.

A ellos Yo mismo soy el que los cojo entre Mis brazos y los elevo ante los demás para que vean que Mis más pequeños son los más deseados por Mí para estrecharlos justo contra Mi pecho y rozar Mi mejilla a la suya.

No quiero, hijos Míos, que ninguno se acerque a Mí con temor.

Eso destrozaría Mi corazón.

Yo soy el Dios de la paz.

Yo no infundo temor sino que irradio paz y seguridad a todo el que quiera acercarse a Mí.

¡Oh hijitos Míos!

¡Cuánto, cuánto, cuánto os amo!

¡Cuánto deseo que estéis sobre Mis rodillas, todas las clases de hijos que tengo!

Todos sois pequeñitos para Mí.

Todos sois dignos ante Mí.

A todos os hago merecedores de Mi tierno amor.

Acercaos a Mí, queridos hijitos.

Venid a vuestro Padre.

Yo os deseo.

Yo tengo para cada uno lo que más os puede hacer feliz y conozco con absoluta claridad la forma de ser de cada uno de vosotros y lo que necesitáis para llegar a vuestra plenitud.

Mi conocimiento de cada uno de vosotros es tan profundo que si confiáis en Mí y en lo que tengo pensado y preparado para cada uno, podréis vivir en el descanso de la providencia absoluta de Mi mano amorosa.

Amén.



10 marzo 2010



23,58 p.m.



Esther:

¿A qué se debe tu tristeza, Jesús?



Jesús:

Recógete en el silencio para unirte más a Mí.

Necesito almas consoladoras de Mi pobre corazón que tanto sufre por amaros tanto.

¡Hay tan pocos hijos que Me presten la atención debida!

Tú, hija Mía…

¿También Me olvidarás?



Esther:

No Jesús, yo no quiero abandonarte jamás.



Jesús:

Pues dedícame tu tiempo, tus pensamientos, tus obras….

Hazlo todo para Mí.

Estoy sediento de amor, de vuestro amor.

Mi tristeza, en estos últimos tiempos, llega al límite.

Miro a la tierra y Mi corazón se rompe en mil pedazos.

Deseo un cambio total en vuestros corazones porque habéis sido creados a Mi imagen.

Y Mi imagen, en la mayoría de vosotros, es ya una caricatura e incluso una deformidad.

No sabes, Esther, todo lo que Yo tengo que ver de vosotros.

Porque, ante la debilidad Me complazco y uso de misericordia, pero ante la maldad y la soberbia, retiro Mi rostro.

!Me sostenéis tan pocos hijos para que aplaque Mi justa ira!

¡Qué sería del mundo sin vosotros!

Realmente Mi corazón está tristísimo.

Sufre igual o más que en Getsemaní.

Vuelvo a tener entrañas de misericordia con todos vosotros, pero he de actuar con justicia para enderezar vuestros caminos.

Y vuestro camino no es otro que el camino de la santidad y del amor.

Y Yo miro al mundo creado por Mi corazón y Me pregunto:

¿Quién es santo?

¿Quién ama de veras?

¡Oh Estherita Mía!

¡Qué escaso el número de santos en estos últimos tiempos!

Es más, os negáis a querer ser santos.

Os ha atrapado el vicio y la corrupción.

La podrida mentira de Satanás os ha contagiado su podredumbre y vuestras almas están también putrefactas.

Yo he de ir a rescatar lo que aún quede sano.

Y si el alma, infectada ya por la podredumbre, se vuelve de corazón a Mí, Yo la sanaré íntegramente y haré de ella una nueva criatura.

Pero…

¿Quién quiere que lo salve?

¿Quién quiere ser santo?

Viviendo en la inmundicia nos os dais cuenta ni siquiera de que os estáis consumiendo de podredumbre y veneno.

Os habéis hecho ya a vivir entre el estiércol, que os deleita revolcaros en él.

¡Oh si pudierais oler, aún estando entre la basura, el suave olor a cielo que desprendo!

¡Oh si quisierais volveros hacia Mí!

Yo os sacaría inmediatamente de los estercoleros donde habéis ido a parar y os metería directamente en Mi corazón!

Cuento con pocas almas para esta misión redentora del mundo.

Sois vosotros, los que escucháis Mis gritos angustiosos por sufrir, en Mi propio Cuerpo Místico, tanta enfermedad mortal.

¡Oh Esther!

Acaba pronto tus tareas ordinarias y dedícate a Mí.

A lo que Yo te inspire, a lo que Yo suavemente te sugiera al corazón.

Por ahora, terminad de arreglar los escritos y lanzad todas las semillas que os he ido dando.

Lanzadlas al campo del mundo y ya sabéis que unas caerán a lo largo del camino, otras en roca, otras en tierra seca, y algunas en tierra buena.

He ahí Mi obra.

Yo lanzo al mundo el germen de Mi palabra y en vosotros está el preparar vuestro corazón para que Mi palabra se asiente y fructifique en vuestras vidas.

¡Pobres ovejitas Mías!

¡Cuán grande es Mi amor por vosotras!

¡Qué solas estáis!

¡Incluso vuestros pastores se han transformado en lobos asesinos de almas!

¿Quién, sino Yo, puede salvaros?

He ahí Mi venida próxima a la tierra.

Es a por vosotras, ovejitas perdidas y desamparadas, a por quienes vengo.

Las que han conmovido Mi corazón para que de nuevo visite con Mi presencia el mundo en el que vivís.

¡Os amo tan tiernamente!

Esperadme.

Muy pronto iré.

Confiad en Mí.

Hoy me despido con un beso de amor a cada uno de vosotros.

Amén.



14 marzo 2010



21,20 p.m.



Esther:

Vengo de celebrar la Eucaristía y acabo de comulgar.

Señor, me abruma el peso de las cadenas con las que voy arrastrando porque aun no estoy liberada de las ataduras que me sujetan a las pasiones del cuerpo.

Y cuando voy a comulgar, Jesús, a veces no me atrevo.

Luego comulgo siempre pero hoy te he dicho, Padre eterno, que voy arrepentida, que voy pesarosa por mis faltas y que abras tus brazos como con el hijo pródigo y que me de muchos besos, porque los necesito.

Y que no tienes que preparar un cordero, ni darme ropa, ni anillo, porque eso me lo das constantemente.

Pero esta noche y en esta comunión, Padre mío, lléname de besos y perdóname porque voy con un corazón contrito.

Y he venido a casa con mucha gana de estar en intimidad Contigo.

Necesito y deseo que hables conmigo, Jesús.

Lo que Tú quieras.



Jesús:

Esther querida, déjate acariciar por Mí.

Porque Yo ahora mismo moro plenamente en tu ser.

Acaricio tu rostro.

Sostengo tu cansancio.

Perdono tus faltas.

Te hago reclinar sobre Mí.

Me agrada que quieras que te quite las cadenas que aun te tienden hacia los deleites del mundo.

Ese hijo prodigo del que hablo en Mi parábola, se dejó engañar.

Pero tú, hija buena, ya sabes que lo que te ata al mundo es una carga, no un alivio para tu vida.

Y por eso me agrada que Me pidas constantemente que te libere de esas cargas de atractivos.

Lo haré, confía en Mí.

Te iré quitando esas ataduras porque sólo Yo las puedo cargar sobre Mí.

No tengas miedo a Mi acción sobre ti.

No tengas miedo a que durante un tiempo deje en Mi escultura algún escollo, algún saliente.

Déjame a Mí hacer Mi obra.

Deja que te vaya tallando según Mi sabiduría.

Porque no siempre el escultor comienza con aquello que más se ve sino que comienza por las partes básicas dando forma a su obra maestra.

Y cuando la forma de su escultura está ya diseñada, entonces comienza a perfilar los rasgos finísimos de cada parte de su obra.

Tu, Esther, déjame hacer en ti.

Yo sé cuando he de quitar esos salientes.

Pero mientras, me sirven incluso para colgar ahí los instrumentos de Mi tallaje sobre ti.

No te preocupes por verte aun con imperfecciones porque no tengo prisa en Mis obras.

Lo que tengo es mucho esmero para que sean perfectas.

Y algo perfecto requiere su tiempo.

Tiempo el maestro y docilidad la piedra.

Tu, Mi chiquitita, solo déjate hacer.

Por ti misma no puedes moldearte pero Mi mano maestra y tu dejarte hacer, Nos llevará juntos a la perfección de la obra.



17 marzo 2010



8,14 a.m.



Esther:

Señor, no entiendo bien esta situación de tanto sufrimiento en la que estoy metida.

Por eso he venido a recogerme en Ti, Jesús, primero para recibir Tu consuelo ante mi dolor y para pedirte fe, humildad y todo lo que necesite para ser muy sumisa a Tu voluntad.

Y al mismo tiempo te pido una luz tan fuerte para saber cuál es Tu voluntad sobre mí, que oraré, el tiempo que sea necesario, para conocerla, porque Tú dices que todo el que busca encuentra y yo quiero encontrar Tu voluntad.



Jesús:

¡Si supieras cuánto te amo!

¡Si pudieras ver con Mis ojos lo que Yo veo!

Porque Yo atravieso apariencias y conozco vuestro corazón.

Ante Mí, nadie puede ocultar la verdad de su corazón.

De nada le serviría porque Yo todo lo conozco y conozco, Esther, la pureza y limpieza de tu alma.

Déjame a Mí ser Dios.

Tú solamente encárgate de ser instrumento en Mis manos.

Porque todo lo que digo lo cumplo y nada de lo que tú hayas dicho de Mi parte dejará de tener su cumplimiento.

Así que, no te preocupes.

No está en tus fuerzas que se conozca que esto es cosa Mía.

No está en tus fuerzas sino en Mi poder.

Deja pues ahora que Yo Me manifieste.

Tú solamente espera, en fe, el cumplimiento de Mi palabra.

Yo amo, con toda Mi alma, a esta persona que te ha hecho sufrir.

Lo persigo a través de ti para que se convierta de corazón a Mí.

Le desmontaré su razón.

Le desmontaré sus apoyos porque todo eso que él utiliza para defenderse lo está aislando del mundo y de Mí.

Porque Yo estoy también en el mundo.

Porque toda criatura es Mi morada y él ha de saber hasta qué grado estoy en el corazón de cada uno de sus hermanos.

Por el amor que te tengo a ti, Esther, suavizaré Mi tratamiento y Mi enseñanza con él.

Porque escucho tu suplica de ternura hacia él a pesar de su indiferencia para contigo.

Pero no temas.

No temas nada.

Yo estoy de tu parte.

Y de su parte.

Por eso, sé instrumento Mío, sé llave en Mis manos para abrir esas compuertas de hierro que bloquean su corazón.

Sin llave que abra, no hay posibilidad de abrir esa puerta.

Y tú eres llave para su liberación.

Porque él está en una cárcel.

Lleva, como dijo ayer la lectura, 38 años postrado.

Y he aquí que vengo en persona, a través tuyo, sin que él Me esté buscando de corazón.

Porque Mi misericordia, sabiendo de su postración, letargo y ceguera, ha hecho que sea Yo quien vaya a él, lo mire con infinita compasión y ternura, lo sane y le mande que se levante y comience a vivir la vida verdadera.

Quiero darle un corazón nuevo, un corazón de carne.

Nadie apuesta por él.

Todos se van alejando poco a poco de él.

Pero Yo confío totalmente en su conversión.

Yo sé de sus cadenas y vengo a liberarlo.

Pero él ha de dejarse liberar porque se ha acostumbrado tanto a vivir postrado y aislado, que ahora, para él, es un gran sufrimiento levantarse y salir a la luz.

Pero Yo tengo ese regalo de ternura para él.

Que su parálisis se transforme en actividad y su ceguera, no solo en luz para él, sino en luz que irradia e ilumina a los demás.

Esther, no te preocupes.

La obra es Mía.

Vuestra tardanza en darme el sí, retrasa Mi obra.

Pero Mi obra se cumplirá en cada uno de vosotros.

Mi amado hijo posterga su encuentro cara a cara Conmigo.

Y quiero que él sepa que no lo juzgo, sino que como Padre amantísimo, lo abrazo y lo que quiero para él es su liberación.

Una liberación íntegra de todo su ser, alma y cuerpo.

Y con esa liberación, sus enfermedades serán también liberadas por Mi mano.

A Mi hijo, le falta fe y confianza en Mí.

Y ya sabes, Esther, que eso hiere Mi corazón.

Orad por él, porque Yo estoy deseando recibir vuestras oraciones de intercesión y deseando concederos lo que pedís.

Amén.



21 marzo 2010



2,06 a.m.



He visto una película de amor que acaba mal y miraba a Jesús diciéndole constantemente que lo quiero.

Sigo con Su cruz en mi pecho.



Y Él me responde con Su amor y me dice:

Yo sí que te quiero.



Le he dicho:

Señor, qué debilidades tengo, pero al menos mi amor es muy grande hacia Ti.



Jesús:

Sé, querida hija Mía, esposa Mía, cuánto estás sufriendo.

Sé qué difícil es caminar en la oscuridad.

Pero en la oscuridad estoy Yo y te llevo de la mano.

Y no te perderás.

Confía en Mí en plena luz del día y en plena negrura de la noche donde nada ves.

Confía en Mí porque Yo siempre voy contigo, no te desamparo, no te abandono.

Aunque tú creas que lo que está pasando escapa de Mi voluntad, no es así, porque Mi voluntad no cambia, Mi voluntad es permanente, Mi voluntad es tu felicidad.

Por eso Esther, sigue confiando y perseverando en Mi amor.

Yo os custodio.

Yo no os dejo ni un momento.

Yo conozco los corazones.

Yo conozco el entretejido de vuestras almas.

Por eso Yo rompo moldes, rompo esquemas, rompo prejuicios para que os encontréis de bruces Conmigo.

No dudes, Esther querida, de Mis palabras.

Porque Yo soy Dios y has de saber que todo lo que digo lo cumplo.

Por eso Esther, querida hija, sigue, en fe, esperando todo lo que Yo te he dicho.

Porque Yo no te fallaré.

Porque Yo no te abandonaré.

Porque Yo no Me olvidaré jamás de ti ni de los deseos de tu corazón.

Porque tu corazón es santo, porque tu corazón es limpio, porque tu corazón Me ama profundamente.

Y Yo jamás he defraudado al justo.

Y no lo haré contigo, querida hijita.

Es más, tengo en Mi corazón mucho para darte y te lo daré.

Y tú lo acogerás.

Y tú lo gozarás.

Y tú proclamarás Mi misericordia con tu vida.

Proclamarás que todo lo que se dice en la Biblia es cierto.

Y que no hay que interpretar restrictivamente las palabras que digo.

Al revés, hay que interpretarlas de manera extensiva porque hay mucho más de lo que la letra del Evangelio dice.

Hay todo un don para vosotros.

Todo eso lo quiero dar y sanar.

Todo consiste en la fe, querida Esther, todo consiste en creer en Mí, en fiarse de Mí.

No hay otro medio para ser feliz.

Fíate a ciegas de Mí.

Yo soy el que permito que no veas, que no sientas, que no recibas.

Porque Yo espero tu respuesta en fe.

Y si tu respuesta en fe es positiva todo se hará realidad.

Pero necesito tu fe.

En este caso, porque es tu prueba de fe y cuando acrisoles tu fe en Mí en un caso tan opuesto a lo que ven tus sentidos, tendrás capacidad para guiar a Mis hijos, en fe, en la gran tribulación.

Que todo lo que te he dicho, se haga carne en ti porque se cumplirá.

Amén.



25 marzo 2010



8,10 a.m.



Estoy en la presencia de Jesús.

Aquí en mi cuarto, en silencio, por si Él quiere de mi cualquier cosa para bien de su iglesia, que me lo diga.



Jesús:

Esther, el amor es lo más grande que puede existir en un corazón.

Si tú me amas, toda la ley la cumples.

Si tu corazón rebosa amor, de nada mas has de preocuparte.

Porque el amor lo cura todo.

El amor limpia los pecados de tu vida.

El universo funciona por el amor.

El amor es el motor, la gasolina y el movimiento.

El amor lo es todo, hijita, todo.

No tengáis miedo de amar, de amar desmesuradamente, de amarme.

Lo que os hace dignos hijos Míos es el amor.

Esta vida en la tierra que os regalo es, sencillamente, una prueba de amor.

Sois criaturas de amor.

Os santifica el amor.

Os salva el amor.

Os da la plena felicidad el amor.

El amor conlleva todo en sí mismo, conlleva la misericordia, la pureza, el perdón, la generosidad, la entrega, la ternura…

Yo soy amor.

Porque Yo soy todo.

¡Venid a Mí, Mis hijos, para que os enseñe a amar!

A amar sin límites, a amar sin juicios ni prejuicios.

A amar con Mi mismo corazón.

¡Venid!

¡Venid!

¡Venid!

¡No tardéis!

¡Tengo reservado tanto amor para cada uno de vosotros!

¡Recibidlo!

Es Mi deseo que seáis profundamente amados.

Y Yo os amo profundamente pero habéis de acercaros a Mí para saberlo.

Porque vivís sin tener la certeza de Mi amor y eso os hace vivir enormemente tristes.

El hijo que ha descubierto Mi gran amor cambia todo su peregrinaje en la tierra, de valle de lágrimas a prados de dulzura, porque en todo ve Mi mano amorosa.

Se sabe amado, cuidado, protegido.

Ha perdido el miedo a la vida porque ya te dije, Esther, que el amor ahuyenta al miedo, que el amor es el antídoto total contra el pánico.

Si os dejáis llenar de Mi amor, se irán de vosotros todos los miedos.

Satanás os ataca sobre todo por ahí.

Os inunda de miedos y de dudas.

Os quiere hacer creer que Mi amor no es verdadero porque permito el sufrimiento.

Pero habéis de saber que también el sufrimiento que permito en vosotros es un acto de amor.

Porque ese sufrimiento trae consigo inmensos beneficios para el alma de cada uno de vosotros.

Yo, ya te dije, Esther, no deseo el sufrimiento para ninguno de mis hijos, pero en Mi sabiduría infinita, y así lo hice cuando bajé a la tierra, escogí el camino de la cruz porque es el camino más corto, más recto y más perfecto para el amor.

Os doy toda Mi bendición.

¡Oh humanidad amada!

Derramo sobre vosotros lágrimas y besos.

Porque os amo con todo Mi corazón y sufro por los que no se sienten amados siendo esa la mayor mentira que os ha infundido Satanás.

Os entrego Mi amor.

¡Abrid vuestros corazones para que desde el cielo, derrame Mi propio corazón en los vuestros!

¡Oh hijitos, venid a Mí que os abrace, os consuele, os mime y os llene de besos tiernos¡

¡Sabed que me tenéis en totalidad para vosotros!

¡No dudéis!

¡Creed en Mí!

SOY LA VERDAD.

Amén.



27 marzo de 2010



8,15 a.m.



Esther:

Amado mío...

¡Qué día tan difícil el de ayer!

Mi corazón estalló en mil pedazos en el recuerdo del rechazo de de una persona muy amada por mi, frente a Tus palabras y a mi persona.

Es cierto que estoy librando una batalla de fe.

¡Y duele tanto el alma!

Estoy abatida y cansada en esta gran lucha interior.

Pero no te pido que me quites la cruz, sino que la cargues conmigo para que, juntos, lleguemos a la resurrección.

Hago dormir mi dolor en Ti.

Acallo mi grito desgarrador y lo ahogo en mi interior porque Tú, que habitas en mi interior, eres el único que puede estremecerse por mí y salvarme.

¡Oh, mi Jesús!

¡Oh, mi Cristo roto!

Sé que también Tu corazón se rompió con el mío por el desamor.

Teniendo tanto dolor, Jesús, siento una enorme paz en el alma.

No me desespero, es más, estoy llena de esperanza y de confianza en Tu amor por mí.

Hago continuos actos de amor con quien tanto me ama, Contigo.

Si permites este estado para mi alma, queriéndome tanto…

¡Qué razones tan poderosas tendrás, amado de mi alma!

Porque Tú eres el único justo y Tus caminos son perfectos para mí.

No eres un Dios impasible ante Mi dolor.

Te has parado frente a mí y Te has hecho Uno conmigo en mi calvario.

Tan Uno conmigo, que ayer, cuando se hizo mi pobre corazón añicos, sentí cómo el Tuyo también se destrozaba por mí.

Eres bueno, mi Dios.

Eres bondad infinita.

Acepto y amo la cruz que me mandas.

Dame Tu mano para caminar conmigo hacia el Gólgota.

Porque sé que allí, crucificada ya, sólo me cabe esperar la maravilla de Tu amor.



Jesús:

¡Qué sentimientos tan puros han llegado a Mi corazón, Esther!

Cada vez te asemejas más a Mí.

Aceptas la cruz con amor y por amor.

Nada quedará sin recompensa.

Deseo esa actitud en Mis almas.

Te miro complacido y estremecido.

Tengo en ti, Esther, Mi plena confianza.

En esta lucha, querida esposa, tienes a tu esposo interponiendo Su propio Cuerpo Místico entre tú y tu enemigo.

Ante tu actitud de valentía, salgo Yo en tu defensa y me ofrezco para salvarte.

Me hago tu escudo con Mi propio ser.

Nadie abatirá a Mi amada.

Ella tiene la victoria ganada porque ha confiado en Mí.



28 marzo 2010



7,54 a.m.



Jesús:

En esta batalla que estas librando, en esta batalla de fe, ha de darte igual lo que ves, lo que oyes, lo que sientes, lo que padeces...

Te pido la confianza total.

Y como la quiero total, los signos que, de alguna manera, te podrían hacer confiar en la realidad de lo que Yo te digo y prometo, te los quito.

¡Oh Esther!

Esta será la prueba más fuerte que tendrás que pasar.

¿Cómo es posible, amada Mía, que Yo te prometa algo y te quite todos los signos de la realidad de Mis palabras?

Compréndeme:

Porque ansío tu más alta prueba de amor por Mí.

Tu fe total.

Tu lealtad absoluta a lo que te digo.

La negación de ti misma y de tu sentido común.

El desprecio a lo que puedas ver con tus ojos porque quiero que veas con el corazón.

¿Sabes los frutos que pueden surgir de tu fe y tu fidelidad a Mis palabras?

Todo el cielo está expectante en tu lucha.

Toda la tierra espera que Me creas y que sigas Mis palabras.

Se pararán guerras, se sanarán enfermos, se convertirán pecadores...

Con tu lucha santa por Mi Santo Nombre.

Vuelve a leer estas palabras cuántas veces seas atacada por Satanás, tu enemigo, en la fidelidad que Me estás demostrando.

No te fallará Mi gracia.

Yo necesito tu prueba de amor incondicional.

Sé que lo harás.

Sé que te fiarás de Mí.

Sé que vencerás.



Esther:

¿Eres Tú, Jesús, quien me dice todo esto?





Jesús:

Sí, soy Yo.

Jesús de Nazaret.

Quien te creó, quien te amó, quien confía plenamente en ti.

Esta fe total a Mí, es tu parte en la construcción de Mi reino.

Porque tras esta fidelidad que espero de ti, se te encargaran cosas mayores desde el cielo para las que estés preparada.

Te bendigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario